martes, 10 de marzo de 2009

Estilo Isabelino

Parte I

1.- Condiciones políticas, económicas y sociales de España. Siglos XV y XVI.

La prolongada estancia de los musulmanes en el territorio hispánico y el lento avance hacía el Sur mediante el doble proceso de colonización y de reconquista han sido los principales elementos configuradores de la España moderna. La común oposición al Islam hubiera podido actuar como factor cohesivo de los reinos cristianos, aunque de hecho fue un elemento de disgregación.

La diversificación se acentuó a partir de los siglos XII y XIII, cuando los incipientes estados medievales encontraron vías particulares de expansión. Mientras en Castilla continuó absorbida por la Reconquista Andaluza, Portugal y la corona catalana-aragonesa iniciaron sus exploraciones por el Atlántico y Mediterráneo respectivamente. El aumento demográfico y la producción agrícola en los Estados de la corona aragonesa, la reanudación de los lazos comerciales con el mundo mediterráneo, el surgimiento de un activo artesanado y de un sólido patriciado urbano, junto con el perfeccionamiento de las instituciones, fueron la base para la creación del gran imperio mediterráneo de la corona de Aragón en el siglo XIV, factores que contribuyeron a configurar su conciencia de grupo.

En cambio Castilla, continuó fraguándose en el marco de la Reconquista, concebida como una exploración militar en busca de botín y un movimiento migratorio popular de colonización de las tierras ocupadas. De esta manera, la expansión y el esplendor de la corona aragonesa durante el siglo XIV contrasta con los desequilibrios y convulsiones sociales de Castilla, donde el poder real se mostró incapaz de imponerse a la alta nobleza, poseedora de extraordinaria fuerza política y económica.

En el siglo XV se produjo la decadencia del imperio catalana-aragonés. El descenso demográfico, la desarticulación de las fuerzas productivas de Cataluña, junto con los fracasos del Mediterráneo, provocaron el enfrentamiento entre la monarquía y las clases dirigentes, que desembocó en la guerra civil catalana (1462-1472). Esto acabó de arruinar las bases económicas de la corona aragonesa.

La sociedad castellana, a pesar de sus turbulencias, estaba sentada sobre sólidas bases. Su economía basada en la ganadería lanar, estaba en plena fase de expansión y había conocido un notable incremento a partir del siglo XIII, con la introducción de la raza medina desde Italia, y gracias a la demanda creciente de los países del Norte de Europa.

En estas circunstancias, anarquía a nivel político, pero solidez en las fuerzas productivas en Castilla, y caos político y agotamiento económico en la corona aragonesa, se celebró en 1469 el matrimonio de Fernando, heredero de Juan II de Aragón, con Isabel, hermana del rey de Castilla Enrique IV. A la muerte de su hermano, Isabel de proclamó reina de Castilla.

El estado español de los reyes católicos dura desde el año 1479 al año 1516. Con el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los dos reinos más poderosos de la Península pasaron a constituir un solo Estado. El lento proceso de la unidad española se inició con este reinado siguiendo las fórmulas pactistas de respeto a las instituciones propias de cada asociado. La superioridad demográfica y económica de Castilla, en contaste con el agotamiento humano y desarticulación económica de la corona de catalana-aragonesa, facilitó la posición preeminente de Castilla sobre el nuevo Estado, al que impuso los objetivos e ideales acumulados durante la Edad Media.

Las primeras medidas adoptadas por los nuevos soberanos estuvieron encaminadas a restablecer el orden y la autoridad real. En el marco de los acontecimientos políticos, mediante la creación de la Santa Hermandad y la incorporación de los maestrazgos a las Órdenes militares consiguieron dominar a la turbulenta nobleza castellana. También lograron imponerse sobre el alto clero mediante el patronato real en la provisión de cargos para Indias y Granada. Las Cortes castellanas quedaron desprovistas de autoridad y el rey dominó a las aragonesas mediante el proceso de insaculación [1]. Este mismo procedimiento sirvió para neutralizar el poder de los municipios de la corona aragonesa, mientras en Castilla, se introdujo el corregidor como representante de la autoridad real. Estas medidas reanudaron en beneficio del autoritarismo monárquico, que se vio fortalecido con la creación de los Consejos, la reorganización de la hacienda y el ejército.

La política social y económica de los Reyes Católicos facilitó el equilibrio y la estabilización de la sociedad española después de la crisis del siglo XV. Se consolidó el poderío económico de la nobleza castellana con la confirmación de la posesión de sus vastos latifundios y sus derechos jurisdiccionales. La protección de la corona a la ganadería y al comercio lanero facilitó la gran expansión de la economía castellana, aunque hipotecó para el futuro el desarrollo agrícola e industrial.

Con la implantación de la Inquisición en 1478 [2], la expulsión de los judíos en 1492 y la conversión forzosa de los moros granadinos en 1499 [3], los Reyes Católicos se identificaron con la corriente mayoritaria de Castilla, partidaria de la eliminación de las minorías infieles y de preservar por todos los medios la unidad espiritual del país. Esta decisión de los Reyes Católicos recogió los sentimientos castellanos medievales, estimuló las actitudes intransigentes, el sentimiento de la honra y limpieza de sangre, y se unió definitivamente los objetivos políticos y religiosos.

El espíritu de cruzada de las clases medias y nobiliarias castellanas encontró una plasmación inmediata en la guerra de Granada[4] , iniciada en 1481. El reino de Granada, último reducto de los musulmanes en la Península, fue conquistado definitivamente el 1492. A partir de este año, al los Reyes Católicos se ocuparon en proyección exterior, que estuvo orientada en tres direcciones principales.

La primera de ellas, la expansión hacia el Norte de África, fue concebida como una continuación de la cruzada contra el Islam, y tuvo como resultado la ocupación del litoral africano, con la conquista de Mazalquivir [5]en 1505 y Orán en 1509 [6] y las Canarias, que se llevó a cabo entre 1402 y 1496. La segunda vía de expansión fue la continuación de la política tradicional de la corona aragonesa en Italia. Después de una fase de forcejeos con Francia, las victorias obtenidas por el Gran Capitán (Ceriñola, Gaeta) permitieron la incorporación de Sicilia y Nápoles a España, y Francia tuvo que aceptar la hegemonía española en Italia en el tratado de Blois (1505). Pero el aspecto más característico de la expansión española procede de los descubrimientos colombinos. Las exploraciones y conquistas realizadas durante el reinado de los Reyes Católicos, y el consecuente descubrimiento de América en 1492, constituyen exploraciones en las Antillas, y de las zonas desde el Brasil hasta el Labrador, y descubrimiento del Pacífico en 1513. Estos acontecimientos, dieron una dimensión mundial a la corona española, que acabó por consolidar las posiciones adquiridas por España en la Europa Moderna.

La hegemonía española en Europa se consolida a partir del advenimiento de Carlos I (1517- 1556), que reunió en su persona las posesiones de la corona de Austria, las de los reinos hispánicos y las Indias, y dos años después, el título imperial alemán, la posición internacional de España adquirió formidable potencia. Dada la profunda disparidad de los Estados heredados, Carlos I vio en el imperio universal cristiano la estructura política capaz de unificarlos. Castilla se mostró reacia en un principio a aceptar la idea de un imperio ecuménico, pero, después de la victoria del emperador sobre las Comunidades y las Germanías, y de los grandes éxitos de América (conquista de México), el nacionalismo castellano se identificó plenamente con el imperio, concebido como salvaguardia de la unidad cristiana ante el peligro protestante.

Las primeras campañas militares se desarrollaron en Italia, donde la victoria obtenida en Pavía frente a los franceses permitió al emperador ocupar Milán. Más a partir de 1530 el emperador tuvo que enfrentarse a la vez contra Francia, los turcos, los berberiscos y los príncipes protestantes alemanes. A causa del esfuerzo de contención realizado en todos los frentes, la empresa resultaba superior a sus posibilidades y la Paz de Augsburgo (1555), que consagró la ruptura de la cristiandad y el poderío de los turcos y berberiscos en el Mediterráneo, que significó el desmoronamiento de la idea imperial.

A pesar de estos fracasos la hegemonía española en Europa quedaba planamente consolidada en el momento de la abdicación del emperador que repartió sus posesiones entre su hijo Felipe II (España, Flandes, Italia y las Indias) y su hermano Fernando (las posesiones de la casa de Austria en Alemania).

La experiencia imperial de Carlos I puso de manifiesto la imposibilidad material de mantener un poderío universal. Felipe II (1556-1598), ante los progresos de los protestantes, convirtió a España en el centro de la Contrarreforma A partir de 1568, al coincidir la presión de los hugonotes en los Pirineos, la sublevación de los flamencos y el alzamiento de los moriscos en las Alpujarras (1568-1570), la defensa de la pureza de la fe contra infieles y protestantes absorbió toda su actividad política. Consiguió reunir bajo su persona el reino de portugués (1580) y sus posesiones coloniales. El desastre de la Armada Invencible (1588) y la secesión de las Provincias Unidas (1597) iniciaron la decadencia del poderío español en Europa.

El proceso de la decadencia durante el siglo XVI, se debe a que la población española, experimentó un notable aumento, más acusado en Castilla que en los Estados de la corona aragonesa. Este incremento demográfico coincidió con una gran expansión de la producción, estimulada por los efectos del descubrimiento de América. La agricultura, la ganadería, y el comercio lanar conocieron notable esplendor a causa de la fuerte demanda del nuevo mercado americano. La producción artesana de las ciudades castellanas tuvo sui momento de apogeo, lo mismo que las plazas comerciales y financieras de Castilla y Andalucía. Pero la llegada masiva de metales preciosos de América desencadenó un proceso inflacionista que, junto con la creciente distribución a las necesidades financieras de la corona (que pesó en espacial sobre las clases productoras), empezó a dañar las actividades económicas de Castilla a partir del reinado de Felipe II.

A medida que se produjo el descenso de la demanda americana de productos agrícolas y que el alza constante de precios situó los costes de producción españoles, tanto agrícolas como industriales, por encima de los extranjeros, la economía española empezó a presentar claros desequilibrios, que aparecieron con toda nitidez a comienzos del siglo XVII. Todo este proceso se vio agravado por la debilidad de la burguesía castellana a consecuencia de la expulsión de los judíos.

 

2.- Definición del término “Isabelino”:

“Es un término propuesto por el historiador francés Émile Bertaux para designar unas definidas modalidades artísticas que se inician en el reinado de los Reyes Católicos siglo XV y les sobreviven llenando el primer cuarto del siglo XVI”[7]. Se le da el nombre de la reina, que dejó en su creación de Miraflores las pruebas de su predilección por lo que había de más rico y más original en las obras de su tiempo. Así con este argumento, se tutela bajo el nombre de Isabel el arte más expresivo de un reinado que fue grande y sintetizador de ideales nacionales, precisamente porque se desarrollo bajo el signo de unidad. Esta unidad es la clave para explicar la potencia de una política que determinó las rutas futuras de una gran parte de la humanidad. Esta grandeza y, sobre todo, el ansia como cósmica de incorporar al arte toda la naturaleza, tienen una adecuada expresión estética de signo también fantástico e insaciable, que solo se le atribuye a uno de los reales cónyuges.

Esta modalidad traduce el esplendor y abarrocamiento experimentados por el gótico en su fase flamígera desarrollada en Europa en la segunda mitad del siglo XV, no exenta, por otra parte, de las primeras influencias del Renacimiento. Pero en España se nutre principalmente de elementos autóctonos. Es decir, con un impulso paralelo a este abarrocamiento y bajo sus influencias, el arte hispánico evoluciona creando un movimiento propio que se distingue con una autentica personalidad.

El momento en el que se desarrolla, es de grandeza épica en España curando surge este estilo genuinamente nacional, hijo de un vital sentido de asimilación e interpretación del vasto conjunto de corrientes extranjeras y de herencias árabes que en un largo período se han sucedido en nuestras artes.

Por otra parte, expresa la pujanza y el esplendor de los momentos que siguen a su gloriosa victoria.

 

3.- Características de esta modalidad estilística:

Las características de esta modalidad estilística se basan fundamentalmente en la parte escultórica o de decoración arquitectónica.

Las estructuras no se modifican, esencialmente las normas constructivas hasta aquí practicadas. Es lo ornamental que adquiere una suprema valoración en las edificaciones sujetas al canon isabelino.

Puede decirse que el fondo estructural del estilo es completamente gótico conforme a las modalidades que presenta en su última evolución. Sin embargo, las fundaciones personales de los Reyes Católicos, coinciden en unos caracteres arquitectónicos que si bien no revisten en categoría de norma sistemática, aparecen en constantes y diversas obras. Éstas son los templos de nave única, tipo peculiar en el gótico catalán-valenciano, y la colocación del coro en tribunas que se levantan sobre la puerta de ingreso, sostenidas por una bóveda de arcos de mínima curvatura.

En cuanto a los elementos decorativos que entran en su composición preceden principalmente del arte mudéjar o morisco y del gótico francés, germánico y flamenco, cuyas influencias en este arte fueron constantes durante todo el período.

Otro elemento ornamental que los artistas que promovieron este estilo captaron ávidamente, fue el que les proporcionaba el contacto con los países tropicales recientemente descubiertos, cuyas manifestaciones artísticas del todo desconocidas de los europeos, les ofrecían esa aportación exótica de estilizaciones vegetales y de figuras salvajes, grata al sentido renovador y en cierta manera sensacionalista de la época.

Más tarde, el avance de las corrientes renacentistas con el retorno al arte de la antigüedad clásica, alcanza también al Isabelino, y entre sus elementos decorativos aparecen las formas “platerescas” con que comienza el Renacimiento en España.

El origen de la formación del Isabelino, se halla en el personal influjo, inspiración u orientación que los Reyes Católicos ejercen en las abundantes construcciones que se realizan durante su reinado, reflejando la unidad política recién lograda y el triunfo alcanzado sobre los infieles.

“La exuberancia decorativa alcanza su máximo grado de riqueza y de fantasía. A veces los motivos adquieren un carácter de vivo realismo, con exagerada morbidez en sus formas de complicada ondulación”.[8]

Lo mudéjar trasciende en la característica de repetición rítmica de un mismo tema. El arte cristiano y el musulmán se fusionan en este estilo por completo y por última vez en la historia del arte.

El blasón, suerte de conjunto heráldico con significado propio, constituido por la superficie del escudo, las particiones y figuras que lo adornan, y los elementos heráldicos que lo acompañan, esto es, el escudo heráldico o escudo de armas. Junto con los emblemas heráldicos, el blasón se convierte en uno de los temas decorativos usados con mayor profusión.

Las fachadas, los lienzos de la pared, se llenan de una prolija ornamentación a veces de un efecto delirante, dándoles el aspecto de enormes retablos, o según de ha dicho de “tapiz oriental cubierto de bordados”.

Es multiforme por la confluencia de artistas de poderosa personalidad que a él le aportan su peculiar manera de interpretarlo, variando, no su caudal de formas, pero sí el espíritu con que se aplican.

Ello se explica que, en contraste con la frondosidad ornamental de ésta fase suntuosa del Isabelino, existe otra modalidad extremada y austera en sencillez usada con más preferencia en edificios de carácter civil en la meseta leonesa- castellana. Reaparece en ellas el arco de medio punto del gótico arcaico y en su ornamentación se observa una sobria aplicación de los temas típicos isabelinos.

El emblema de Fernando de Isabel, el yugo y el haz de flechas, aparecen en multitud de edificios de esta época aun cuando no les hayan tenido por fundadores o donantes. Su escudo con el león, el castillo, las barras de Aragón, y el águila de Sicilia, se enriquece después de la memorable fecha de 1492 con el fruto de oro que evoca la toma de Granada. Un águila de perfil sostiene generalmente el escudo, símbolo del evangelista San Juan.

 

4.- Principales centros de desarrollo en España:

Son las viejas ciudades de los reinos de Castilla y León cuna del Isabelino. En ellas la obra de los reyes, de los magnates y de los cabildos es abundante. Los arquitectos inspiradores del estilo viven en Toledo, Burgos, Ávila, Salamanca, centros principales de sus trabajos. No será hasta pleno desarrollo del estilo que los arquitectos del norte de la península aparecerán y con ellos las primeras formas platerescas.

En las Provincias Vascongadas, sin que parezcan monumentos de singular importancia, las formas gótico-isabelinas se manifiestan en algunos templos.

En Murcia, si al principio de la Reconquista rigieron las corrientes artísticas de Cataluña, en el período de los Reyes Católicos se hace efectivo el influjo castellano en las nuevas construcciones, las cuales adoptan el tipo isabelino.

El arte gótico importado por los reconquistadores en tierras andaluzas se halló frente al mahometano de profundo arraigo y latente vitalidad. Las formas puristas no aparecen sino en obras ejecutadas bajo el influyo de los Reyes o por el impulso de nobles y prelados.

En Extremadura el estilo florido acusa en general un marcado acento de arcaísmo. En la parte de Badajoz, por contacto con tierras andaluzas, lo morisco sobrepuja a los influjos góticos por espacio de mucho tiempo.

En Navarra y Valencia son muy escasas las obras isabelinas, en cambio los canteros vascos que propagan las modalidades del estilo Isabel señalan su paso por tierras de Alicante.

En Aragón tuvo también escasa penetración a causa del persistente dominio de las formas mudéjares sujetas a la tradición artística.

En Cataluña, no cuenta el Isabelino como obra alguna. El gótico catalán no agotado todavía, se mantuvo alejado de todo abarrocamiento y evolucionaba aún con cierta robustez cuando aparecieron los primeros trasplantes del Renacimiento italiano.

El arte de los colonizadores llega a América veintidós años después de su descubrimiento con las modalidades del Isabelino, y es hacia 1500 que los arquitectos españoles, lo llevan también a Canarias.

 

5.- Principales representantes y sus obras más importantes:

5.1: Simón de Colonia: Arquitecto y escultor español, hijo del arquitecto gótico Juan de Colonia y padre del también arquitecto y escultor Francisco de Colonia.

Entre su labor arquitectónica fue nombrado en 1481 maestro mayor de las obras de la Catedral de Burgos. Su obra más conocida es la Capilla del Condestable de dicha catedral, aunque también trabajó en otros importante edificios como la Cartuja de Miraflores (iniciada por su padre), la capilla de la Concepción de la catedral, la ampliación de la iglesia de San Juan de Ortega, la reforma de la iglesia del Monasterio de San Pedro de Arlanza, la iglesia de Santa María de Aranda de Duero, el coro alto de la iglesia de San Esteban de Burgos (1502) o el claustro del monasterio de San Salvador de Oña (encomendado por el abad Andrés Gutiérrez de Cerezo). Los planos del Convento de La Merced de Burgos pueden corresponder a él, o quizá a su hijo Francisco.

Entre su labor escultórica se destaca por decorar profusamente sus arquitecturas y por mostrar un marcado gusto germánico. El mejor ejemplo de esta decoración monumental es la capilla del Condestable de la Catedral de Burgos, que tanto en su interior como en el exterior muestra imponentes blasones con tenantes y una multitud de figuras. Se le atribuyen también, dentro de la catedral, los sepulcros de Pedro Fernández de Villegas y el de Gonzalo Alonso.

En Valladolid colaboró con otros artistas en la portada principal de la iglesia del convento dominico de San Pablo y se encargó de las portadas de la capilla del colegio de San Gregorio y de la capilla nueva del Crucifijo, en el mismo convento de San Pablo. No se conservan ni el sepulcro de fray Alonso de Burgos ni el retablo mayor de la iglesia, que debían de ser dos obras más que notables.

 

5.2 Francisco de Colonia: Nace en Burgos hacia 1470 y muere en la misma ciudad para el año 1542. Francisco representa la tercera generación de la familia Colonia, activa en Castilla y especialmente Burgos, en el último periodo del gótico y en los primeros momentos del Renacimiento.

Es uno de los principales arquitectos de la primera etapa del Renacimiento en la escuela burgalesa. Su estilo, fundamentalmente decorativo, impregnado aun de la estética hispano-flamenca, se nos muestra de manera clara en la puerta de la Pellejería de la catedral, que terminaba en 1516. Como maestro de la catedral de Burgos, desde 1512, interviene en la culminación de las obras iniciadas por su padre, acabando en 1512 la puerta de la sacristía de la Capilla del Condestable. En 1513, figura como maestro de obras de la catedral de Plasencia y en 1515 emite un informe sobre la catedral nueva de Salamanca. Las enemistades con el grupo de maestros salmantinos le hacen desistir de los trabajos en esta escuela. En 1527, da unas trazas con Diego Siloe para la construcción del Puente de Santa Maria.

Se le atribuye la construcción del Palacio de Peñaranda de Duero, anterior a 1536. En 1530 y 1540, visito las obras de la catedral de Astorga.

En 1537, con Juan de Vallejo, interviene en la construcción del Arco de S. Maria en Burgos. Se le atribuye, también, la capilla de S. José o de la Consolación en la Catedral de Burgos, así como la tumba de los Gumiel en la iglesia de San Esteban de Burgos, donde intervendría su discípulo Nicolás de Vergara.

Como escultor, en colaboración con su padre, su obra mas importante es el retablo de San Nicolás de Burgos.

Tiende a seguir el arte de su padre, procura substraerse a ello para seguir la escuela de Felipe Bigarny, italianizando el gótico florido de su primera formación de modo tal que más se revela en la dotes de decorador que de arquitecto.

 

5.3 Juan Guas: Es un arquitecto y escultor español del cual se desconoce su fecha de nacimiento, sin embargo se sabe que falleció en el año 1495. Es hijo del escultor Pedro Guas, trabajaba ya con su padre en la puerta de los Leones de la Catedral de Toledo en 1459.

Entre 1461 y 1463 construye la arquivolta de la portada de la Catedral de Ávila. En 1459 se casa con Marina Álvarez de Torrijos. Es otro de los artistas extranjeros penetrados en el ambiente de las ciudades castellanas a los cuales se les debe la expresión más vigorosa de las cualidades hispánicas en el arte de este período.

Muere en Toledo en el año 1495 y es enterrado en la parroquia de Santos Justo y Pastor, donde tenía capilla propia ornada de escudos, en cuyo retablo aparece retratado con su esposa e hijos.

Se le atribuye origen francés aunque su formación parece más bien flamenca. Su obra se desarrolla durante el reinado de los Reyes Católicos. Fue el arquitecto que con mayor pasión impulsó la difusión del Isabelino hasta el punto de considerársele como su principal creador. Al igual que tantos arquitectos extranjeros de este período, es un adepto del mudejarismo, bajo cuyo influjo produce una arte de bravía originalidad, tímidamente abierto a las innovaciones del Renacimiento italiano.

Entre los edificios civiles se encuentra el Palacio del Infantado en Guadalajara, la galería del castillo de los Mendoza en Manzanares el Real, el castillo de Belmonte, el castillo de Miranda, el colegio de San Gregorio de Valladolid y la desafortunadamente desaparecida Hospedería Real de Guadalupe, Cáceres.

Pero la obra más representativa de Guas es el convento franciscano de San Juan de los Reyes, en Toledo, mandado construir por Isabel La Católica para recuerdo del triunfo de la batalla de Toro. Otra obra similar es la que realizó en Torrijos (Toledo), para el convento franciscano, aunque tristemente desaparecida como consecuencia de las invasiones napoleónicas.

 

5.4 Enrique de Egas: Nace en Toledo en el año 1455 y fallece en 1534. Es arquitecto y escultor español. Fue uno de los miembros de la familia Egas, hijo de Egas Cueman que le introduce en la profesión en un momento de la historia de España de gran actividad artística y religiosa. Enrique de Egas fue el arquitecto de la catedral de Palencia desde 1467 y maestro de obras de la Toledo desde 1498, juntamente con su hermano Antón.

Interviene en la catedral de Granada hasta 1528 y su nombre desaparece hacia 1534, año donde probablemente murió.

Formado al lado de su padre, su producción como arquitecto recoge ávidamente las primeras manifestaciones del Renacimiento. En sus obras más importantes, la capilla Real de Granada, el Hospital Real de Santiago de Compostela, Hospital de Santa Cruz de Toledo. Intervino en numerosas construcciones como la catedral de Málaga, el monasterio de Uclés y la librería de la Universidad de Salamanca.

 

5.5 Gil de Siloé: Escultor más representativo de la etapa final del gótico, no solo español, sino también europeo, y uno de los mejores escultores que trabajaron en España durante el ultimo tercio del siglo XV. El maestro Gil de Siloé, tiene un arte que acredita procedencia flamenca; el hecho de que se le cite en un documento como Gil de Emberres (Amberes), indica que tal vez llegase a España procedente de aquella ciudad flamenca, de la que seria natural.

Vivió y trabajó en Burgos, donde es probable que se relacionase con el círculo de decoradores de Simón de Colonia, y según parece con el autor del sepulcro del obispo Alonso de Cartagena, que se le atribuyo. Sus noticias abarcan, desde 1486 a 1501, año en que moriría en Burgos, quizá todavía joven. Es el mayor decorador de la época, enriqueciendo todas sus obras con toda clase de recursos ornamentales.

Sus obras documentales se reducen a seis, pero se identifican como suyas otras muchas, entre ellas la de la fachada-retablo del Colegio de San Gregorio de Valladolid, cuya atribución oscila entre Siloé y Juan Guas. Se le considera así mismo como autor de la arquería alta de de su patio. Siloé, realizo por los mismos años el perdido retablo de este Colegio, en colaboración con Diego de la Cruz. También se le ha atribuido el retablo mayor de la iglesia de Santa Eugenia en Astudillo (Palencia).

Su obra principal es el conjunto de la Cartuja de Miraflores en Burgos, integrada por el sepulcro de Juan II, fundador de la obra, y su esposa, Isabel de Portugal, el de su hijo, el infante Alonso y el gran retablo. La obra, fue encargo de Isabel la Católica, ocupo al artista durante cuatro años (1489-1493), en el sepulcro de los reyes, y tres en el retablo (1496-1499). El sepulcro de los monarcas, en el centro del presbiterio de la capilla mayor, de la Cartuja tiene planta estrellada de 8 puntas, emulando un motivo ornamental de tipo musulmán; y esta decorado con muy finos y calados elementos arquitectónicos, entre los que se distribuyen gran cantidad de estatuillas que representan virtudes evangelistas y figuras del Antiguo Testamento; encima, los dos yacentes visten amplios ropones llenos de decoración en relieve, trabajada con gran virtuosismo de técnica y consiguiendo una insuperable belleza. El sepulcro del infante Alfonso es de la modalidad de arcosolio, con un arco flamígero lleno de preciosos caireles y figurillas, que  cobijan las estatuas del príncipe, cuyo vestido esta tratado con gran minuciosidad.

Su obra maestra es el sepulcro del joven caballero Juan de Padilla (paje de Isabel la Católica, fallecido en el guerra de Granada en 1441), realizado hacia 1500, en el monasterio de Fresdelval, sigue el mismo tipo de orante bajo un arco, pero a su técnico exquisita titen una mayor elegancia y distinción, sobre todo en la estatua, embellecida por la ornamentación del yaciente.

También realizo el retablo de la capilla Mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos), donde sustituye el tipo corriente de distribución en calles por una muy original organización a base de círculos como los rosarios de Alta Alemania; el centro lo ocupa el Calvario, dentro un gran arco de ángeles, en el que se incluyen también cuatro escenas de la Pasión; en otros círculos menores, situados en las esquinas, los evangelistas (San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan), mientras que figuras de santos contemplan el conjunto.

También son obras de Siloé: el retablo del Árbol de Jesé, en la capilla de Santa Ana, iniciado en 1486, y concluido en 1489; y el retablo de Santa Ana, en la capilla del Condestable, de principios del siglo XVI.

“Éstas son las figuras artísticas más eminentes del reinado de los Reyes Católicos: Egas, Güas, Siloé y Simón de Colonia; nombres que subsisten unidos a grandes obras, pero que no evocan aún en nosotros el recuerdo de una personalidad espiritual bien caracterizada. Su origen y su vida son todavía enigmáticos; sólo sus obras siguen pregonando una gran fantasía decorativa y la nacionalización profunda de su espíritu…”[9]

6.- Corpus Visual:

i.- Capilla del Condestable.

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La capilla del Condestable de la Catedral de Burgos es una obra con destino funerario, concebida por Simón de Colonia bajo el patrocinio del Condestable D. Pedro Fernández de Velazco y de su esposa Dña Capilla del Condestable. Catedral de Burgos

Mencía de Mendoza en la segunda mitad del siglo XV. En el año 1492 muere D. Pedro Fernández de Velasco, dejando en su testamento el deseo de ser enterrado en esta capilla junto a su esposa. Dña. Mencía de Mendoza es quién va a encargarse de la decoración mobiliar de la capilla, altares, sepulcros, entre otros, tarea que no llega a concluir, pues muere en el año 1500.

Este panteón funerario, bajo el nombre de la Purificación, se levantó en un emplazamiento privilegiado, en el eje de la capilla mayor. Edificado sobre la antigua capilla de San Pedro, en el centro de la girola. Supuso la más importante modificación de la imagen de la catedral en esta parte del templo.

Comienza la construcción en el año 1482, y el maestro encargado de materializar el proyecto era miembro de una de las familias que más tendría que decir en esta fase final del gótico en tierras castellanas: los Colonia.

Simón de Colonia, hijo del arquitecto alemán Juan de Colonia, debió ponerse en contacto con su cliente antes de que se produjera el acuerdo capitular para la compra del lugar escogido, porque inmediatamente después se empezaron a preparar los cimientos. En 1486 las obras estaban muy avanzadas y en 1494 se cerró la magnífica bóveda. Se trata de una construcción que muestra el gótico tardío y la transición del arte gótico al temprano renacentista.

La solución adoptada supone la culminación de la tipología de capilla funeraria de planta centralizada, que contaba con importantes precedentes en la catedral de Toledo (capillas de Gil Albornoz y don Álvaro de Luna).

En Burgos, Simón de Colonia utilizó parte de la capilla de San Pedro como vestíbulo del nuevo recinto funerario en lugar de incorporarlo directamente a la girola; de este modo ganó en autonomía. Desde aquí la planta adopta forma de rectángulo, abierto en tres paños en su lado oriental y con dos nichos en el eje transversal que forman un psedocrucero y alojan sendos retablos.

Dicha capilla de cubre con bóveda estrellada de ocho puntas giradas, que descansan sobre estilizados nervios entrecruzados, de las cuales la interior está totalmente calada con tracería flamígera para permitir que la luz cenital inunde el ochavo. En el centro, la escena de la Purificación en el templo, una magistral pieza del escultor Gil de Siloé: la Virgen coloca al Niño en un altar, en presencia del anciano Simeón; y desde la clave arrancan ocho rayos dorados, porque Cristo es el Sol, “la Luz del mundo”.

La decoración de los paramentos por su parte, esta cubiertos con emblemas heráldicos, el sol de San Bernardino de Siena (santo por el que profesaban verdadera devoción), la cruz de San Andrés, o el fino acairelado de los arcos.

El retablo mayor es obra de Diego de Siloé y de Felipe Vigarny, realizado entre 1523 y 1526. Su arquitectura es muy original: el asunto principal ( la Purificación de la Virgen) ocupa todo el primer cuerpo, concebido como si fuera un escenario , con esculturas de tamaño natural en las que se aprecia la diferencia de estilo entre Virgany y Siloé (éste último más delicado y dulce que el borgoñón). La policromía del retablo estuvo a cargo de León Picardo.

De los retablos laterales se encuentra el de Santa Ana, el cual es iniciado por Gil de Siloé y es terminado por su hijo Diego hacia 1522. El otro es el retablo de San Pedro, el mismo es terminado en 1523, es una colaboración de Diego de Siloé y Felipe Vigarny, y también se contó con la policromía de León Picardo.

En la capilla permanecen varios sepulcros góticos que pertenecían a la primitiva capilla de San Pedro y que los condestables respetaron al construir la suya. Ambos están en el ingreso, en arcosolios, y corresponden a los obispos Pedro Rodríguez de Quexada y Domingo Arroyuelo. La presencia dominante de los marmóreos sepulcros de los condestables, sobre los cuales están tendidas las estatuas yacentes de los mismos, queda enfatizada por su centralización. Labradas en mármol de Carrara, los historiadores discuten su autoría (se atribuyen a Vigarny, Alonso Berruguete o a Juan de Lugano).

 

ii. Palacio del Infantado, Guadalajara:

Fachada del Palacio del Infantado

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El Palacio del Infantado simboliza el arte y la historia de Guadalajara, pues en el pusieron los Mendoza lo más intenso de su carga intelectual y humanística, y el más acendrado sentimiento de apego hacia sus tierras alcarreñas.

Se construyó por voluntad del segundo duque del Infantado, don Iñigo López de Mendoza, a partir de 1480, y en 1483 estaba ya construida la fachada, poco después el patio, y al terminar el siglo XV lucia el monumento en todo su esplendor de goticismo, de artesonados y riquezas. En 1569, el tataranieto del constructor, don Iñigo López de Mendoza, quinto duque del Infantado, inició una serie de reformas, dirigidas por Acacio de Orejón, que tendían a parangonar su palacio con el que Felipe II levantaba en Madrid, poniendo para ello ciertos detalles renacentistas en la fachada (abrió nuevas ventanas, tapó las antiguas, desmochó los pináculos góticos ), en el patio, y decorando los techos de los salones bajos con pinturas al fresco realizadas por los artistas italianos que por entonces vinieron a decorar El Escorial y otras obras reales.

Tuvo a su costado unos jardines, primero moriscos y luego renacentistas con asuntos mitológicos, hoy restaurados y limpios. El palacio del Infantado fue trazado y dirigido por Juan Guas, autor del castillo mendoncino del Real de Manzanares, y del monasterio toledano de San Juan de los Reyes, colaborando con él Egas Cueman y Lorenzo Trillo. Una larga nómina de artistas mudéjares participaron en los diversos aspectos decorativos de la casona; artesonados, frisos, azulejería, pinturas y rejas. Es su estilo radicalmente hispano. Pues aunque parte de la decoración y estructura de balconajes o portadas son de corte gótico de tradición flamenca, otros muchos elementos decorativos, y la disposición de vanos en la fachada, incluso el mismo tema ornamental de cabezas clavos, son de herencia morisca, y de lo más exquisito que ha producido el arte mudéjar.

La gran fachada occidental, tuvo en su origen una amplia plaza delante. En ella aparece la puerta descentrada, situada al extremo interno del tercio izquierdo, correspondiéndose al interior con un ángulo del patio. Se remata por un gran escudo ducal que pone el sello de la grandeza de un apellido, el de Mendoza, a toda la fachada del patio. Antaño estuvo empotrado de mocárabes de la galería, por causa de haber abierto el quinto duque un par de balcones sobre la portada, que separaron los dos elementos que debían ir unidos. En la reciente restauración ha ocupado el puesto que le correspondía desde su origen. Está sostenido por dos velludos salvajes y se rodea de veinte escudetes que representan los múltiples estados del segundo duque del Infantado.

En la planta baja de la fachada, se abren algunas ventanas y una puerta, obras de la reforma del quinto duque: llevan lisas molduras, frontoncillos con el escudo ducal y rejas de la época. En la primera planta, y también abiertos en la reforma del siglo XVI, aparecen balcones del mismo orden renaciente. En la línea superior de la fachada, mostrando una vez más esa predilección de la arquitectura hispánica, entroncada con la árabe, de decorar prolijamente ciertas áreas de una fachada, aparece como un corrido alfiz la galería de ventanales y garitones que pronuncian el gótico mudéjar más claro. Consiste en una serie de ventanales que alternan con garuitas salientes, con múltiples columnillas y capiteles, antrepechos y tracerías góticas, apoyado todo ello en amplia faja de mocárabes, repartiéndose por el conjunto los escudos de Mendoza y Luna. El resto de la fachada, toda ella está construida con dorado sillar de Tamajón, se cubre con ornamentación de cabezas de clavos dispuestas en peculiar distribución en una red ideal de rombos. Es también un tema derivado directamente del arte árabe.

El patio central de este palacio, llamado Patio de los Leones, es de forma cuadrilátera, ligeramente alargada de sur a norte, pues en los lados de levante y poniente aparecen siete arcos, por cinco tan sólo en los compañeros. Se compone de doble arquería superpuesta, formada de arcos conopiales y mixtilíneos, muy del gusto de Juan Guas; en la galería baja, es del mismo tipo, pero con un par de entrantes laterales que le complican y quiebran aún más, en la arcada superior. El trazo atectónico de estos elementos, que sólo buscan el recurso decorativo, es evidente. Sobresalen florones y picos de su fino intradós, y una faja de borlas que los circunda. Las columnas que sostienen la arquería inferior son de orden dórico, sin ninguna decoración, y notablemente achaparradas para que la sería su altura lógica con respecto a la contextura total del patio. Fueron puestas por el quinto duque en 1571, previo al levantamiento del suelo, y es de presumir que en un principio fueron idénticas a las de la galería alta, magníficos pilares bocelados de fuste helicoidal surcado de cintas y hojarascas, con un collarín promedio, y capitel de hechura prismática, muy decorado de tema vegetal, en el remate.

Como relleno de los paramentos alzados sobre los arcos, y cubiertos sus fondos de taqueado, vemos un mundo prolijo de temas entre los que destacan parejas de leones tenantes del emblema de don Diego Hurtado de Mendoza, primero de los duques del Infantado: una tolva de molino de las que, al igual que los leones, es difícil ver dos idénticas. Sobre cada columna se alza un escudo, alternando el apellido Mendoza con el de Luna. Todos se rematan con la correspondiente corona ducal, también variable en cuanto a su ornamentación, y una celada terciada, unas veces a derechas y otras a izquierda, que tiene por lambrequines unas largas hojas de cardo, y como apoyo de los leones y bichas aladas, que llevan por cimera, se interponen sendas coronas cívicas. A lo largo de la rosca de los arcos aparece tallada una fina y larguísima cartela, hoy ya mutilada, en la que se inscribe una frase en caracteres góticos.

El paramento de la galería superior, presenta parejas de alados grifos enfrentados y encadenados, separados por un complicado florón remate del arco. En la prolongación de las columnas, se ven pináculos hoy desmochados, que sufrieron su tala cuando el quinto duque hizo su ya mencionada reforma, y hoy no han sido colocados nuevamente, dejando como friso bajo, el alero una línea de clasicista cornisamiento, que rompe notablemente el conjunto, y le deja inexpresivo en esa altura. Uno de esos pináculos perdidos e idealizados, ha servido para ilustrar la portada de este libro.

El interior y estancias del palacio del Infantado han perdido en gran parte su antiguo esplendor. De la primitiva escalera nada queda. De los artesonados mudéjares, los mejores del mundo, sin duda alguna, destruidos en la Guerra Civil de 1936-39, sólo quedan fotografías fragmentarias y escasísimos restos que se intenta sirvan para una futura reconstrucción de algunos de ellos. Lo que si se ha conservado, y hoy lucen esplendorosos tras meticulosa restauración, son algunas de las salas bajas que pintores italianos decoraron a fines del siglo XVI por encargo del quinto duque. Se pueden contemplar hoy la salita de Cronos, con imagen de este dios y la serie de símbolos del Zodiaco; la gran sala de batallas, representando múltiples y movidas escenas de la historia militar de los Mendoza, que se complementan con representaciones de virtudes cívicas y figurillas de putti jugueteando con arneses de guerra. Al fondo de esta sala, aparecen dos ovaladas saletas con decoración pictórica de escenas mitológicas. Otra sala magníficamente decorada en sus techos es la de Atalanta, en la que aparecen cinco escenas de la leyenda que protagoniza esta diosa junto a Hipómenes, tomadas directamente del relato de Ovidio, acompañadas de múltiples figuras de variados animales y escenas de caza. En ella luce la gran chimenea de mármol de Carrara que en 1573 hicieron los italianos Juan Bautista y Domingo Milanés. Las pinturas de estas salas las realizó el florentino Rómulo Cincinato entre 1578 y 1580 por encargo del quinto duque. En su planta baja, se encuentra también hoy el Museo de Bellas Artes de la Provincia, y en la alta la Biblioteca Pública Provincial y diversas dependencias culturales.

 

iii.- Fachada del Hospital de la Santa Cruz. Toledo:

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Se ubica en la parte más oriental de Toledo y cercano a la plaza Zocodover. Ocupa según el testimonio de los cronistas toledanos, parte del antiquísimo palacio de los reyes godos, que sirvió después de morada a los árabes.

Alcanzó el gran cardenal de España, don Pedro Gonzales de Mendoza, bula del pontífice Alejandro VI, expedida en 1º de octubre de 1494, para erigir un hospital, en donde tuviera asilo la humanidad desgraciada, bajo la advocación de la Santa Cruz, á que tenía el arzobispo particular devoción, llegando hasta el punto de adoptarla por blasón de su escudo.

Encomendó su traza a Enrique de Egas en 1504 la cual culminó en el año 1514. En este hospital es uno de los primero edificios en que comenzó a ensayarse el género isabelino. El Hospital de Santa Cruz, y especialmente su portada, señala en efecto uno de los pasos más notables que dieron las artes a principios del siglo XVI: presenta esa especie de maridaje que debió hacer la arquitectura gótica con la arquitectura del renacimiento, para crear el género isabelino. Las hojarascas y calados góticos se mezclan con relieves y ornatos, con que había ya enriquecido los italianos la arquitectura de Miguel Ángel, decorando además sus vanos de ingreso y ventanas airosas fajas de arabescos.

Se desarrolla en una época en que van a renovarse todas las cosas, en que el pensamiento humano exigía nuevas formas de manifestarse, no podía menos de exigir a las arte importantes modificaciones, y he aquí el momento que revela el Hospital de Santa Cruz de Toledo.

La fachada principal llama detenidamente la atención de los artistas: se compone de un arco, que forma el vano de ingreso, el cual se ve rodeado de un festón de laurel y una orla de cruces y armas del cardenal, que alternando con cintas y manojos de flores, constituyen un conjunto agradable. Se hallan a cada lado del arco dos columnas, cuajadas de delicados relieves grotescos, ángeles, candelabros, urnas y otros de bella traza. Son los exteriores de mayor dimensión que las otras dos, ostentando en intercolumnios cuatro estatuas de excelente escultura, que parecen representar las virtudes cardinales. Reciben las columnas, que se asientan en gallardos pedestales, el cornisamento del primer cuerpo, cuyo riquísimo friso, compuesto de elegantes festones, adargas, lanzas y alabardas cinceladas primorosamente en piedra. Ocupa el centro del arco un alto relieve que representa la Invención de la Cruz, viéndose el cardenal Mendoza arrodillado a los pies de Santa Elena y asistido por San Pedro y San Pablo, notándose a su espalda dos pajecillos que le traen el sombrero pastoral y la mitra. Es la escultura de buenas formas, resaltando sobre la manera la limpieza de la ejecución y la verdad con que están plegados los paños.

Se encuentra lo restante del arco referido exornado de angelitos con graciosas repisas y doseletes, así como las estaturas de los intercolumnios, levantándose a los extremos del cornisamento dos columnas caprichosas que reciben un segundo cuerpo de cuatro, en cuyo centro existe otro relieve, que figura los Desposorios de Santa Ana, y a su lado dos estatuas. A la misma altura de estos ornamentos las ventanas. Decoradas gallardas columnas de balaustre, apeadas en un zócalo, las cuales reciben el cornisamento, terminando toda la obra con un ático, en donde se contemplan las armas del cardenal Mendoza.

Corre una cornisa de grandes proporciones sobre este primer cuerpo, alzándose cinco columnas y cuatro ventanas sin adorno alguno, y presentando en los extremos dos torrecillas con pilastras.

Concluye toda la fachada con un frontón con el cual se advierten las armas del cardenal, talladas en mármoles blancos y sostenidos por dos ángeles de apreciable escultura.

 

Parte II

1.- ¿Cuáles considera Usted que fueron los principales aportes del Al- Andaluz a la arquitectura española?

Los principales aportes del Al- Andaluz a la arquitectura de España, se encuentran en las características de la arquitectura hispano-musulmana y tal vez con mayor impacto la decoración y el ornato de la misma. Elementos de ambas artes se han adoptado para las construcciones cristianas tales como iglesias de tipo románico y gótico, como también para edificaciones de carácter civil. Ha influido también en tendencias decorativas como el Isabelino.

A lo largo de España, se encuentran señales de la cultura islámica en el aspecto arquitectónico, siendo los elementos de mayor impacto: el arco de herradura, el arco lobulado, el arco de medio punto, como principales unidades de sostén de las construcciones, las columnas, de antecedentes corintios y visigodos, junto con los pilares, que constituye en algunos casos, el sistema de superposición de soportes, a su vez adoptados para construcciones cristianas. Los alminares, por su parte, son fuente de inspiración para el diseño de los campanarios cristianos.

El arte mudéjar, aquel donde pervive el arte islámico en el territorio peninsular tras la conquista del Al Andaluz por los cristianos; es un ejemplo claro de la influencia del arte islámico que se ha desarrollado en la península, ahora integrado a construcciones cristianas. Para ello, se aplicaron las técnicas y ornamentaciones islámicas a edificios de tipo europeo, especialmente, góticos y románicos, produciendo un arte híbrido de gran interés. Este estilo sobreviene es España y sus colonias americanas hasta el siglo XVIII.

Por la necesidad de los conquistadores cristianos de dejar muestra de los estilos occidentales europeos, románico y gótico, en las ciudades tomadas del Islam, se adoptaron formas del arte mudéjar para poder desarrollarlo. Aunque parezca contradictorio, el sistema de trabajo de cantería de la arquitectura románica y gótica que exigía abundancia de material y mano de obra, no estaba al alcance para ese momento, así que, la arquitectura mudéjar propone un sistema de trabajo diferente, que utiliza materiales propios del terreno, como el ladrillo, el yeso, la madera entre otros. En este sentido, al igual que las construcciones islámicas, se van a utilizar materiales sencillos, de bajo costo y abundantes, trabajados con gran detalle y exactitud. Es de notar en este punto, lo arraigado que se encontraba el arte islámico en España, que al no estar las exigencias de la reconquista al alcance, persiste la influencia del arte islámico en la arquitectura, para poder desarrollar el arte europeo cristiano.

El arte mudéjar hace notable énfasis en el aspecto ornamental, ya que la ornamentación es un principio básico del arte islámico, donde no se tiene el carácter de adjetivo secundario del arte occidental europeo. Por otro lado, le aporta a la arquitectura cristiana soluciones estructurales importantes, principalmente en el sistema de armaduras de madera, con el que se solucionó el sistema de cubiertas de muchos monumentos.

En algunos casos, las tipologías religiosas como el estilo románico y gótico, toma frecuentemente elementos ornamentales y constructivos mudéjares como arcos ciegos, los alfices, las bandas ornamentales de ladrillo, empleo del arco lobulado, que son componentes de la arquitectura islámica. En algunas iglesias las naves están separadas por arquerías de herradura, que apean tanto en columnas como en pilares adosados, tal como es el sistema de superposición de soportes en la Mezquita de Córdoba. Para la construcción se seguirá la tradición de materiales en piedra sillar, aparejados a soga y tizón.

En cuanto al ornato, quizá sea la huella de mayor apego y preferencia de la arquitectura española. Funciona como una secuela imborrable en la historia del arte español, siendo así porque en el arte islámico la decoración es un factor fundamental y primordial, por ello en la arquitectura española va a sobrevivir lo más esencial del arte islámico: lo decorativo.

El Isabelino, funciona como clara evidencia, de este apego hacia el tratamiento de las formas decorativas musulmanas, solo que con algunos elementos iconográficos nuevos. La disposición del arco dentro del alfiz, los elementos decorativos repetitivos y eurítmicos, los entrelazados y lacerías en yeso, combinados con fajas e inscripciones, superposición de las formas, las decoraciones en yeso revisten todos los muros con temas góticos, aunque trabajados con la estética musulmana.

Es claro, que los aportes del arte hispano musulmán en la configuración de la arquitectura española son numerosos. Esto se debe al arte desarrollado en la Península tras los ocho siglos de presencia en el Islam. Otro factor desicivo, es la secuencia de relaciones e influencias del arte islámico en España, ya que este procede de elementos artísticos persas, visigodos, romanos y bizantinos que configuran un estilo propio, variando con el pasar del tiempo, y que se va anexando a nuevas formas, estilos y cambios de orden social e histórico.

En fin, la arquitectura española es una mixtura de formas e influencias de diversa procedencia, donde quizá el mayor aporte del Al Andaluz, en cuanto a su permanencia, sea la estética decorativa.

 

2.- ¿Cuál es el sentido formal del uso de la portada de los edificios del Gótico Isabelino?

El sentido formal del uso de la portada en el Gótico Isabelino, consiste en servir como objeto de ornamentación a las fachadas de los edificios principales de España, según su uso y funciones, bien sea de carácter religioso, civil o militar. Es por ello que todas las fachadas son recubiertas, en cualquier clase de construcción como casas de personajes importantes, hospitales, colegios, entre otros.

La portada de los edificios del Gótico Isabelino, es una solución y una respuesta a las necesidades de la Reina Isabel II de Castilla, quien pretendía a través del uso de la misma adornar a España, ya que ésta no tenía en su haber una tradición artística propia. Funcionó también, como una manera de limpiar las calles arreglando todos los exteriores posibles, para dar una imagen de España digna y pujante.

El mandar a hacer portadas a los edificios, también se debe a que representaba un menor costo en comparación a construir, en un momento donde España no tenía mucha abundancia económica, aunque comenzaba a tenerla. Por ello preferiblemente se limitaba, al revestimiento exterior de la arquitectura existente y de esta manera marcaba el poderío y la unificación de España.

Debe notarse que el estilo Isabelino se concentra en la creación de portadas para las fachadas, donde se configuran los nuevos elementos que van a caracterizarlo, motivos procedentes de los gustos personales de la Reina que son constantes en esta modalidad. La portada, tiene por un lado un poder comunicativo y significativo, en el sentido de que muestra a través de sus emblemas, heráldico, epigráfico y simbólico, la referencia a los monarcas y representa de esta manera su poderío. La portada significa el poder de la monarquía como de la aristocracia.

La importancia de la portada en el Gótico Isabelino, es que es allí donde va a desarrollarse una modalidad estilística, más significativa que productiva, donde además de ello se configura una tradición artística propia.

Bibliografía

1.- Amador, J. (1976). Toledo pintoresca: Ó descripción de sus más célebres monumentos. Madrid. El Albir.

2.- Camón, J. (1978). Historia general del arte. Madrid. Espasa Calpe.

3.- Diccionario Internacional del Arte. Tomo 3 (1986). Barcelona. Argos – Vergaras.

4.- Enciclopedia Salvat Diccionario Tomo 5. (1972). Barcelona. Salvat Editores

5.- Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo. Volumen 7. (1984). Barcelona: Círculo de Lectores.

6.- Historia del Arte. Tomo 2. (1999) Arte prerrománico, arte románico, arte gótico, bizancio. Madrid. Espasa Calpe.

7.- Historia del Arte. Tomo 3. (1999) El Islam, renacimiento y barroco. Madrid. Espasa Calpe.

8.- Pijoan J. (1949).Historia del arte. Volumen III. Barcelona. Salvat Editores.

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9.- Selva, J. (1943). El arte español en tiempo de los reyes católicos. Barcelona. Amaltea


[1] Insaculación: El Diccionario de la Real Academia Española contempla dos acepciones para la voz "insacular" :

a) tr. Poner en un saco, cántaro o urna, cédulas o boletas con números o con nombres de personas o cosas para sacar una o más por suerte.
b) tr. Introducir votos secretos en una bolsa para proceder después al escrutinio.

Para el Diccionario de términos de la Historia de España. Edad Moderna, de Justina Rodríguez García y Josefina Castilla Soto (Ariel, Barcelona, 1998) el sistema de insaculación se aplicó en la Corona de Aragón desde el siglo XIV para la provisión de magistraturas municipales.

Disponible en http://www.dhistoria.com/carpetas/2005/03/la_insaculacin.html

[2] Inquisición: Institución judicial del Papado, creada en el siglo XII para combatir y castigar la herejía, la brujería o cualquier otra manifestación, pública o privada, contraria a la fe católica. Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo. Volumen 7. (1984). Barcelona: Círculo de Lectores. pp. 2174.

[3] Se refiere a la toma de Granada que completó, el 2 de enero de 1492, la Reconquista cristiana contra el dominio musulmán en España; que significó la expulsión definitiva en Granada del último bastión musulmán.

[4] Campaña que tuvo lugar entre 1481 y 1492, y que supuso la última etapa de la Reconquista de la península Ibérica efectuada por los reinos cristianos respecto de los territorios gobernados por los musulmanes.

[5] “La Jornada de Mazalquivir del 13 de septiembre de 1505 fue una de las campañas para dominar la costa de Berbería efectuada por las tropas de Fernando el Católico, cuyo resultado fue la conquista de la plaza de Mazalquivir (actual Mers el-Kebir)”. Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Jornada_de_Mazalquivir#Antecedentes

[6] En 1509 fue tomada por tropas españolas bajo el mando del Cardenal Cisneros y de Pedro Navarro, convirtiéndose en posesión española hasta 1708, cayendo ese año en manos de los turcos.

Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Navarro#La_conquista_de_Or.C3.A1n

[7] Selva, J. (1943). El arte español en tiempo de los reyes católicos. Barcelona. Amaltea. pp. 76

[8] Selva, J (1943). El arte español en tiempo de los reyes católicos. Barcelona. Amaltea. pp.78

[9] Pijoan J. (1949).Historia del arte. Volumen III. Barcelona. Salvat Editores. pp. 256.

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