lunes, 16 de marzo de 2009

El Salón del siglo XVIII y su Público

 

 

El Salón, fue una institución parisina encargada de exponer obras de pintura y escultura en un espacio colectivo para todo tipo de público. El siglo XVIII, a partir de la exposición del año 1737, supone una renovación del salón en su modo de concebir con respecto al siglo precedente, porque se suscitan cambios en su estructura y modo de ser percibido. Dichos cambios vienen dados porque: es un espacio público de carácter periódico, abierto a las personas de cualquier rango social, derecho que anteriormente era cedido a las personas de alto estrato, y su propósito primordial es estimular respuestas estéticas dadas por la libre observación de las obras de arte.

 

 

Todo ello da como resultado un Público definido por la confluencia de experiencias, actitudes e intereses que poseen cada uno de los visitantes, característica dada por ser un espacio colectivo que proporciona experiencias individuales Siendo así, el meollo de la cuestión radica si a ese cuerpo de visitantes puede denominarse “público” en el sentido estricto de la palabra, cuando éste supone homogeneidad de actitudes y respuestas, contrario a lo que allí sucedía. De esta manera los testigos que presenciaron estos hechos debaten sobre la polémica suscitada a raíz del público del salón.

 

 

Por su parte Philibert Orry, ministro de hacienda, es quien inicia la exposición del salón del año 1737 concediéndole a dicho espacio una cualidad fiscal, teniendo presente que la obra de los artistas debía ser expuesta de modo que reciban la aprobación o crítica correspondiente. Su opinión muestra lo que posteriormente será debate en el siglo XVIII en el arte, donde se considera que la calidad de las obras depende de la opinión pública. De acuerdo con este precepto, La Font, personaje considerado como el primer crítico moderno de arte, apertura y se le culpa de desencadenar gran cantidad de comentarios críticos sobre arte de modo no oficial y anónimo, actividad que también por el lado oficial se añadirían los más prestigiosos escritores de la época, para ofrecer instrucción en lo concerniente al arte.

 

 

Con la exposición de la colección real en el Palacio de Luxemburgo, autorización facilitada por Lenormand de Tournehem, se abre paso a un nuevo panorama de importancia creciente del Salón y su público, y en vista de ello se crea una revista mensual El estado de las artes en Francia , donde se ofrecían artículos que tocaban los temas artísticos del momento, que además venían acompañados con folletos críticos anónimos dirigidos a un público lector demandante, que ahora concebía las visitas al salón como costumbre.

 

 

El surgimiento de las actividades realizadas en torno a la esfera artística y pública parecía beneficioso tal como piensa Cochin - secretario de la Academia-, quien piensa que el arte de la pintura ha sido salvado del desconocimiento público gracias a la institución del salón. Pero a la vez otros consideran que la situación ha sido perjudicial para el arte por la creciente crítica y el rechazo de ella por los artistas, de modo que el Estado se vio obligado a tomar medidas preventivas para protegerlos de los emergentes insultos anónimos.

 

 

La situación en general se mostraba bastante tensa puesto que los intereses de la Academia no coincidían con los de Estado ni con los del público. Mientras que el Salón era la salvación de la pintura, el público era presa de múltiples manipulaciones de criterio y si éste daba su opinión constituía en sí mismo la destrucción de artistas y del mismo salón. El creciente interés del público por formar parte del salón no fue comprendido por Cochin ni por Tournehem, además que no percibieron el lado positivo de la crítica de La Font, puesto que equivocadamente le consideraban anti- rococó. Si bien este no estaba interesado en exaltar la pintura francesa del siglo XVII, su labor y observaciones son reflexivas y de importancia. Los artistas del año 1747 se negaban a la crítica pública ya que esta no les prometía ningún provecho, siendo la desaprobación colectiva la pérdida de sus bienes, tenían que enfrentarse a una población visitante, movediza, heterogénea y a unos críticos que desaprobaban su labor.

 

 

Las consecuencias en la pintura francesa de la demandante crítica y el animado publico del Salón, tiene que ver con el auge y patrocinio de la pintura rococó y la poca aprobación de la pintura histórica siendo el Estado su único sustento. Sin embargo la pintura histórica siguió existiendo sin mucha atención a este género y sí con fuertes críticas y desaprobaciones del público, manifestadas a través de panfletos anónimos que expresaban descontento hacia los temas escogidos. La pintura rococó, a diferencia, era muy bien pagada reflejo de la bonanza económica de la minoría cortesana y financiera quién veía en ella la sutileza y elegancia propia de una vida llena de lujos.

 

 

Un intento de la Academia por recuperar la pintura histórica se realizará en el año 1765 con el encargo de cuatro cuadros, intento fallido si se tiene en cuenta que a la monarquía no le agradaba la pintura histórica sino la pintura rococó. La opinión pública iba en contra de los intereses de la Academia, pero se necesitaba de un público para cumplir el propósito institucional de la exposición en el Salón y dicho objetivo se veía amenazado por el libre ejercicio de las opiniones e intercambio de ideas que ponían en entredicho su sistema.

 

 

Estos temores por parte de la Academia son comprensibles ya que para ellos el público no podía forjar criterios definidos que guiaran a los artistas, por ser este un grupo fracturado e incoherente. Además es una época donde las diferencias sociales son muy notables y marcadas, y la pintura histórica mostraba una serie de valores intrínsecos que no correspondían a un público ordinario, es decir, que la complejidad de los temas escogidos para representar no eran percibidos por quienes no poseían una amplia cultura general. Es por ello que muchos críticos expresan la inexistencia de una pintura democrática, aquella que no debe hacer alusiones implícitas a las clases sociales.

 

 

En el decenio anterior a la Revolución aparece nuevamente una oleada de panfletos anónimos al parecer escritos por Louis de Carmontelle durante los años 1779- 1785, donde reflexiona acerca de la función que juega el arte en la sociedad. Distingue el salón como un sitio de completa heterogeneidad, donde el público es juez de las obras, el cual con la experiencia ha enriquecido sus opiniones, y considera que un juicio sobre una obra de arte es más justo mientras que se haya realizado con libertad de pensamiento. De los testigos del público de salón del siglo XVIII, es quien mejor describe a la masa de visitantes, subrayando la multiplicidad de intereses de cada uno de ellos, los que van por vanidad, otros por aburrimiento, los que buscan distracción, los verdaderos aficionados y las clases modestas que hacen presencia. Como defensor de la cualidad pública del arte, motivado por las teorías liberales del pluralismo democrático, hace intentos por apoyar la posibilidad de que el público es apto de demostrar opiniones singulares pero él en sus escritos no es capaz de demostrarlo.

 

 

El último de los testigos conocidos de finales del siglo XVIII es Louis – Sébastien Mercier. Describe el Salón como una mezcla de gente ignorante y de baja condición, que a pesar de su falta de conocimiento se detiene a apreciar las obras, como un acto de atracción instintiva. Su visión del Salón es de corte histórico y político, debido a que la pintura en los siglos precedentes estaba restringida a las clases e intereses dominantes y ahora en el siglo XVIII constituye un bien de dominio público. Hace referencia a la actitud de los pintores de género histórico, quienes creen en su preeminencia y explica que dicho fenómeno se debe a la relación del siglo XVII de arte y poder. El Salón es un hecho popular, de interés público y cultural que reafirma su identidad enfatizando su poder ante la elite.

 

 

De esta manera se distingue cuales son las posturas que adoptaron estos testigos del Salón en su observación de la dinámica interna allí producida. Con la institución del Salón comienza la historia del espacio público de la pintura, en la medida que el artista ahora es dependiente de su opinión, y ello se explica porque la sociedad en general tomó para sí posesión del objeto artístico y estipuló acerca de los elementos allí presentes.

 

 

En lo concerniente al público, y a la interrogante inicial sobre si a esa masa de visitantes podía denominarse como tal, es afirmativo denominarlo así, siendo ese el propósito de la Academia y el modo como ejerció sus funciones fue más del esperado. La confusión se debe al rechazo por parte de los artistas ante lo que representaba su obra, la crítica y el consecuente ocaso de sus carreras.

 

Resumen:

Crow, Thomas. (1989) Pintura y Sociedad en el Paris del siglo XVIII. Madrid: Nerea. “Introducción: El Salón del siglo XVIII y su Público”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario