martes, 10 de marzo de 2009

Renacimiento en España. El Plateresco.

1.- Definición del término “PLATERESCO”. Ubicación cronológica

Es un término acuñado en el siglo XVII por el analista sevillano don Diego Ortiz de Zuñiga, al detectar la semejanza existente entre la decoración de los edificios hispalenses de finales del siglo XV hasta mediados del siglo XVI y la labor de los orfebres, lo cual da una primera señal del carácter ornamental de esta modalidad estilística. La misma cubre la etapa que va desde las últimas realizaciones del gótico isabelino hasta el renacimiento pleno, y coincide por tanto con la incorporación de una nueva arquitectura. Culmina con Juan de Herrera, al inaugurar el Renacimiento Español con El Escorial (1559-1567), con el cual pone fin al Plateresco.

Ortiz de Zuñiga en el siglo XVII, al hablar de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, como ya se dijo, compara este trabajo arquitectónico con el de los orfebres que se dedicaban a hacer custodias, además sostiene que la decoración de las fachadas platerescas parecen obras de orfebrería. Pero según la opinión de Bozal, ese nombre como la mayor parte de los nombres de los estilos, sirve para empobrecer sus límites que para definirlos adecuadamente. [1]

Se considera un edificio plateresco, cuando empiezan a introducirse alteraciones en su distribución espacial, se desarrolla la decoración combinando los motivos góticos, mudéjares y lombardos que habían aparecido en las construcciones precedentes y se insinúan elementos renacentistas italianos, los cuales adquieren una nueva plástica al ser interpretados por los artistas imbuidos del estilo isabelino. [2]

La introducción de dicha penetración, no se produce en España debido a la valoración que se hace de los ideales humanistas y del prestigio adquirido por la cultura clásica, como ocurrió en Italia. Al ser el arte en España simplemente un medio de afirmación política y no el resultado de un sistema teórico global, los elementos del Renacimiento italiano se incorporaron a modo decorativo, como unos más dentro de un criterio ecléctico.

2.- Características de esta modalidad estilística:

En éste período hay que tener presente que el goticismo no desaparece durante todo el siglo XVI, y que la estructura de casi todos los templos es gótica o renacentista. Además de esta impronta medieval se reconoce en muchos edificios de ésta época la persistencia de lenguajes mudéjares, combinados con elementos claramente renacentistas de tipo más propiamente plateresco.

Lo más importante es que es un arte esencialmente decorativo y simbólico que se sirve de elementos de ornato de diferentes procedencias. El plateresco, utiliza una serie de elementos ornamentales de origen italiano, aplicados en España de un modo peculiar. Estos elementos decorativos constituyen el vocabulario plateresco que lo hacen reconocible. En primer lugar hay que señalar la importancia que tiene el grutesco, el cual es una ornamentación caprichosa constituido por follajes, bichas, quimera, seres híbridos y monstruosos, que se llamó así por imitación de los que se encontraron en las grutas o ruinas del palacio de Tito, y que en España se conocieron por importación de grabados italianos y el trasiego de artistas de ambas penínsulas. El grutesco, con su gran variedad de formas, es probablemente el elemento decorativo más característico del plateresco. En España encontró, el terreno abonado por las fantasías del gótico Isabelino.

Además del grutesco está la columna abalaustrada: una columna cuyo fuste tienen una parte superior terminada en su base en forma bulbosa y revestida de hojas, y de otras parte rehundidas o superpuestas a la forma cilíndrica de la columna, como guirnaldas, vasijas, ristras de frutos, cartelas colgantes, entre otros. Con los balaustres se relacionan los candelabros (candelieri), que muchas veces se rematan en puntas llameantes. [3]

Otra característica del plateresco son las formas caprichosas que frecuentemente adoptan los capiteles, aunque siguiendo fundamentalmente el esquema de orden corintio. Son rarísimos los capiteles que se pudieran llamar dóricos o toscanos, y muy pocos también los jónicos. Las pequeñas volutas se construían en forma de caulículos que se entrecruzan formando líneas en S.

Los arcos son de una variedad extraordinaria. Predominan los de medio punto adintelados; pero también se ven arcos carnapeles, arcos escarzanos, arcos peraltados. Arcos de colgadizo o de cortinaje, arcos florenzanos, y otros carentes de definición geométrica, puesto que ya están construidos por elementos figurativos entrelazados entre sí y muchas veces su cuerpo lo forman animales simbólicos que provienen de los blasones nobiliarios.

El escudo heráldico, son su simbología nobiliaria se prodigó enormemente en el arte isabelino español y es retomado por el plateresco. Continúa igualmente, el gusto por los medallones, ostentando cabezas masculinas o femeninas, casi siempre héroes de la antigüedad, por lo general, dentro de discos o medallones. Estas cabezas son unas veces muy prominentes o saledizas, otras casi planas y como en silueta. Se sitúan preferentemente en las enjutas de los arcos. No faltan tampoco en portadas, ventanas, tímpanos y hasta en algunos zócalos.

Son también características las cresterías que se prodigaron mucho en fachadas importantes, coronando con sus perfiles flamígeros o semivegetales los testeros de las rejas, los paramentos de claustros, torres y edificios.

Todo ello, junto con la preocupación por el orden, la simetría y la euritmia caracterizan al estilo plateresco. También el mecenazgo por parte de las familias importantes, sobre todo Mendoza y Cisneros, será la forma principal del patrocinio artístico.

3.- Principales centros de desarrollo en España:

Coinciden con los más característicos de la pujanza mudéjar e isabelina: Burgos, Toledo, Guadalajara, Zaragoza, Valladolid a los que más tarde se une Salamanca, donde se labran las más depuradas creaciones del estilo.

En Salamanca, la arquitectura civil rivaliza con la de carácter religioso, muestran como lo italiano se conjuga con lo mudéjar y lo gótico para ofrecer fachadas de gran plasticidad. Existe un gusto por la fachada ornamentada que evoluciona cada vez mayor densificación de los motivos hasta crear verdaderos tapices de piedra superpuestos a estructuras de concepción arquitectónica totalmente diferente.

De igual forma Burgos, es otra de las ciudades con notables ejemplos platerescos tal vez por ser la cuna de Diego de Siloé, dotando a su ciudad de obras de gran calidad. Las mimas reflejan un carácter renovado, fruto de su estancia en Italia, donde además deja sus huellas en Granada.

En el litoral norte, el plateresco, tiene importantes ejemplos pero sin que el estilo gane una franca y popular aclimatación.

En Cataluña la vitalidad de un arte civil que ha logrado su perfección, rehúye la fonda plateresca, a su vez que se opuso al isabelino.

4.-Principales representantes y sus obras más importantes:

- Diego de Siloé: Nació a mediados del siglo XV. Se formó en el taller de su padre y en Italia, donde trabajó con Bartolomé Ordóñez y se dejó influir por los renacentistas italianos, en especial Miguel Ángel. Fue clásico en sus obras de Nápoles y Granada y plateresco en Burgos, pero siempre con características muy personales de grandiosidad y sentimentalismo. Trabajó con Ordóñez en la sillería del coro de la catedral de Barcelona. En 1519 realizó en Burgos el sepulcro de alabastrado para la capilla del obispo Acuña, en la catedral. Entre las figuras que adornan el sepulcro esta La Caridad abrazando a un niño. Su obra maestra en Burgos fue la llamada escalera dorada del crucero de la catedral. En la capilla del Condestable de la catedral de Burgos terminó la imaginería de los retablos comenzados por su padre. En 1528 se trasladó a Granada para continuar la capilla de San Jerónimo, en la que hizo la sillería del coro. Como arquitecto sus obras maestras son las catedrales de Granada, Málaga y Guadix. En las portadas utilizó la decoración plateresca, muy imitada entonces en Andalucía y en América. En Sevilla trabajó en la sacristía mayor de la catedral. En cuanto a edificios civiles, hay que destacar su labor como autor de patios y fachadas. En 1560 trazó la fachada de la casa de los Miradores. También se deben a él la portada y el patio del Colegio de Irlandeses en Salamanca.

- Rodrigo Gil de Hontañon: Es el arquitecto más importante del plateresco de la escuela salmantina. Trabaja con su padre en las obras de la catedral nueva de Salamanca, y le sucedió en las obras de la catedral de Segovia, de la que fue nombrado maestro mayor en 1560, y asimismo lo fue de la catedral de Salamanca a partir de 1538.

Sin embargo, su principal importancia desde el punto de vista de la arquitectura renacentista la tiene como arquitecto civil, ya que es uno de los principales representantes del plateresco purista castellano, rivalizando con Alonso de Covarrubias. Su obra más importante y una de las más bellas, es la fachada de la Univ.. de Alcalá de Henares, en la que interviene entre 1541 y 1553. Compite en belleza con esta obra la fachada de las Platerías de la catedral de Santiago de Compostela, en la que da un modelo que luego ha de repetir en la fachada del Palacio de Monterrey de Salamanca, en la que la participación de fray Martín de Santiago plantea el problema de su atribución. En relación con esta obra salmantina, se le atribuye el Palacio de los Guzmanes de León. Aparte de estas obras, consta su intervención en la Univ.. de Salamanca, entre 1538 y 1553; en diversas obras de Santiago de Compostela, claustro de la catedral y obras del Hospital; y en 1565 en las trazas y dirección del Colegio Mayor del Rey de Salamanca.

- Alonso de Covarrubias: Nace en Torrijos, (Toledo) y muere en 1570. Es el principal arquitecto de la escuela toledana del Renacimiento. Debió formarse en torno a los talleres de arquitectura hispanoflamenca de Egas, con quienes estaba emparentado, renovando su estilo al contacto con Lorenzo Vázquez, y de los maestros renacentistas que trabajan en la zona de Guadalajara, como los Adonza.

Interviene en la obra de la catedral de Salamanca y en la nueva catedral. Sigue una evolución que, si bien lentamente, camina sin desmayo por la senda de la incorporación de las formas renacentistas, en lo que radica la importancia de su arte, ya que sin romper con la tradición artística toledana tiende a fundir las formas góticas con las nuevas formas renacentistas. Se inicia claramente esta evolución con su participación, entre 1515 y 1517, en la catedral de Sigüenza, donde interviene en el retablo de S. Librada y en el sepulcro de D. Fadrique de Portugal. Por estos años debió iniciar su intervención en la obra más importante de la primera fase del plateresco toledano, el Hospital de Santa Cruz, fundación del cardenal Mendoza, en el que está documentada dicha intervención en 1524. En esta obra muestra su íntima relación con el arte de Lorenzo Vázquez, con formas que se repetían en la desaparecida escalera y patio del Palacio arzobispal de Alcalá de Henares. Simultáneamente, se reconoce su actividad en Guadalajara, donde consta su participación, en 1526, en la iglesia del convento de la Piedad, completando la labor hecha por Lorenzo Vázquez en este antiguo palacio de la Casa de Mendoza. Primera etapa plateresca. Por estos años se afianza su prestigio como arquitecto, pues consta su intervención dando pareceres, en 1527, en la catedral de Toledo, en 1529 en la catedral y en la Univ. de Salamanca, y en la catedral de Segovia en la misma fecha. En 1530 traza con Siloé la capilla de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, en cuya ejecución interviene activamente, simultaneando esta obra con la construcción del Sagrario nuevo de la catedral de Sigüenza, del que se encarga en 1532, estando al frente de la obra hasta 1535.

Esta etapa se caracteriza por el empleo de un estilo plateresco, minucioso, detallista, de buena labra, en el que la extrema delicadeza y exquisito gusto en los detalles van acompañados de una técnica cuidada merced a la cual se valoriza el sentido plástico de las labores escultóricas. En 1534 es nombrado maestro mayor de la catedral de Toledo, cargo que desempeñará hasta que se le jubile en 1566; poco después, en 1537, es designado, con Luís de Vega, maestro de los Alcázares Reales de Sevilla, Toledo y Madrid, coincidiendo con una perceptible evolución en su estilo.
Como obras finales de la primera etapa plateresca del maestro pueden citarse, como más características, la reedificación, en 1534, del Monasterio de S. Clemente de las Bernardas Calzadas de Toledo, en cuya portada se halla una de las más bellas muestras del plateresco toledano. También corresponden a este momento el bello claustro del Monasterio de Lupiana (Guadalajara), la traza de la portada de la capilla de S. Juan, bajo la torre de la catedral de Toledo, y otras pequeñas obras en Navacerrada, Novés y Escalona.

- Francisco de Colonia: Nace y muere en Burgos 1470- 1542. Es uno de los principales arquitectos de la primera etapa del Renacimiento en la escuela burgalesa. Su estilo, fundamentalmente decorativo, impregnado aun de la estética hispano-flamenca, se nos muestra de manera clara en la puerta de la Pellejeria de la catedral, que terminaba en 1516. Como maestro de la catedral de Burgos, desde 1512, interviene en la terminación de las obras iniciadas por su padre, acabando en 1512 la puerta de la sacristía de la capilla del Condestable. En 1513, figura como maestro de obras de la catedral de Plasencia y en 1515 emite un informe sobre la catedral nueva de Salamanca. Las enemistades con el grupo de maestros salmantinos le hacen desistir de los trabajos en esta escuela. En 1527, da unas trazas con Diego Siloé para la construcción del puente de Santa María. Se le atribuye la construcción del palacio de Peñaranda de Duero, anterior a 1536. En 1530 y 1540, visito las obras de la catedral de Astorga. En 1537, con Juan de Vallejo, interviene en la construcción del Arco de S. María en Burgos. Se le atribuye, también, la capilla de S. José o de la Consolación en la Catedral de Burgos, así como la tumba de los Gumiel en la iglesia de San Esteban de Burgos, donde intervendría su discípulo Nicolás de Vergara. Como escultor, en colaboración con su padre, su obra mas importante es el retablo de San Nicolás de Burgos.

- Juan de Álava: Nació en Larrinoa, España. Se formó con Juan Gil de Hontañón, de quien aprendió las formas góticas características de la época de los Reyes Católicos. Se supone que hacia 1502 realizó un viaje a Italia, donde conoció los motivos decorativos típicos del Renacimiento, que después aplicó en sus obras. Así, con estructuras góticas y profusa decoración renacentista, sobre todo a base de grutescos, realizó algunas de las obras maestras del plateresco, en particular la fachada principal de la catedral de Plasencia y el convento dominico de San Esteban en Salamanca, cuya fachada es una de las más espectaculares de la arquitectura española. Comenzó el claustro de la catedral de Santiago de Compostela, finalizado por Rodrigo Gil de Hontañón, y en Salamanca se ocupó de la capilla de la universidad y de la dirección de las obras de la catedral nueva. Murió en Salamanca en 1535.

- Lorenzo Vázquez: De él, documentalmente, poco más se sabe que su intervención en obras emprendidas por la casa de Mendoza a fines del s. XV y principios del XVI, en las que se introduce el Renacimiento en España. Como obra básica y definidora de su estilo se le atribuye la parte renacentista del colegio de la Santa Cruz de Valladolid, fundado por el Cardenal Pedro González de Mendoza. Iniciado en 1487, conforme a las trazas de cuatro maestros de la escuela toledana hispano-flamenca, se termina en torno a 1491, según la inscripción conservada en el zaguán del edificio, aunque las obras complementarias duran algunos años más. Con más claridad se aprecia el entronque italiano en la obra del Palacio de Cogolludo (Guadalajara), que se cree edificado entre 1492 y 1495, para Luís de la Cerda y Mendoza. En íntima conexión con las obras anteriormente reseñadas se encuentran los restos del convento de San Antonio de Mondéjar (Guadalajara), fundación del segundo conde de Tendilla.

También se relaciona con el estilo de Vázquez, otra importantísima construcción de los Mendoza, el Palacio de Mendoza, construido por Antonio de Mendoza en Guadalajara, luego convento de la Piedad y hoy Instituto de Enseñanza Media.

Con su estilo se relacionan directamente varios maestros de Castilla la Nueva, y así lo vemos en la obra juvenil de Alonso de Covarrubias y, principalmente, la de los Adonza, que difunden su estilo no sólo por esta zona sino por Castilla la Vieja. Incluso puede rastrearse su influencia en zonas alejadas, como, en algunos aspectos de la casa de las Conchas de Salamanca y en la escalera del colegio de San Gregorio de Valladolid.

4.- Importancia de LORENZO VAZQUEZ: Su importancia radica en que es él, el principal protagonista del proceso de renovación de las artes, que tuvo que confrontarse, necesariamente, con la introducción en España de determinadas soluciones y modelos que, procedentes del Renacimiento Italiano, se asociaban desde comienzos del siglo XVI a algunas de las familias más influyentes de la alta nobleza. La adopción por parte de las mismas de los sistemas y repertorios procedentes de Italia aparece claramente relacionada a su deseo de instrumentalizarlos como forma singular de diferenciación y de prestigio, frente al arte oficial de la monarquía y a los ambientes contemporáneos más conservadores.

Lorenzo Vázquez, por pertenecer a la familia Mendoza, quiso reflejar el deseo de establecer una forma de ostentación emblemática lo que orientó sus gustos hacia la adquisición de obras italianas, a la utilización de los repertorios italo-antiguos en los edificios de nueva construcción y a fortalecer su mecenazgo con artistas de distintas formaciones para atender las demandas exigentes por medio de su influencia.

El cambio en cuanto a la integración de elementos renacentistas italianos, se debe a Lorenzo Vázquez, quien era miembro de la familia Mendoza, quienes mostraban mayores deseos de renovación arquitectónica y podrían cubrir el mecenazgo de los artistas, lo cual hacia posible las nuevas modificaciones arquitectónicas.

Es el verdadero introductor del renacimiento ornamental en España con su portada del Colegio de Santa Cruz en Valladolid o el Palacio de Cogolludo en Guadalajara. La proporción arquitectónica manifiesta una dualidad formal: mientras la estructura del edificio continua siendo gótica, el renacimiento se deja sentir en lo decorativo y superficial. Así se configura un estilo protorrenacentista denominado tradicionalmente Plateresco.

6.- Corpus Visual

I.- Fachada de la Universidad de Salamanca

Fachada de la Universidad de Salamanca

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Es obra de Juan de Álava, realizada entre los años 1519 y 1525. Salamanca ha de ser considerada capital por excelencia del Plateresco, pues en ella es donde con más riqueza y matices se despliegan las galas decorativas del estilo y es allí donde surge una obra, no propiamente arquitectónica pero sí de arquitectura, que viene a quedar como ejemplo y cifra de aquel substitutivo castellano del clasicismo.

En el campo de las artes plásticas, esta fachada puede ser considerada bajo muy diversos aspectos, pero con dificultad como un monumento o espécimen arquitectónico. Ni una de sus líneas responde a una finalidad arquitectónica y sólo los dos vanos de ingreso principales, parecen indicar una supeditación a la

necesidad utilitaria. La fachada se adelanta lo suficiente para evitar contacto alguno con la estructura funcional de la edificación.

Así, pues, en lo decorativo este gran panel puede ser muestrario excepcional de temas y maneras de ejecutarlos, cartel de reclamo de una marca estilística, en lo arquitectónico su valor no pasa de ser el de una hoja de puerta bellamente labrada, una obra de ágiles detalles. En éste sentido, resulta singular la obra salmantina, con su enorme plafón atestado de formas vivas, ejemplo del horror al vacío que caracterizaba la decoración oriental, pasada luego a lo isabelino; de donde toma su sabia graduación de relieves: menguado, plano, en los paneles inferiores, y rotundo, casi corpóreos en los más altos; con su división en franjas verticales, que acrece a la vista en altura; con su jerárquica distribución de las formas representativas y alegóricas. Entre estas Fernando e Isabel, contemporáneos, más cerca del espectador, en el centro de un medallón, en el medio de los dos vanos de acceso principal; sobre éste el escudo de Imperio, con su toisón flamenco, entre las águilas bicéfala y evangélica; arriba, la obra educadora de la Iglesia, en una composición labrada con indiscutible mayor plasticidad que el resto.

Los recuadros adláteres a ésta última son de gran morbidez; las cuatro expresivas cabezas sobre todo el mílite, el poeta, la belleza, el vigor juvenil; y los desnudos de difícil identificación iconográfica, tal vez feminidad y humanidad viril, inspirados con seguridad en creaciones de auténtico clasicismo antiguo: la Venus de Cnido y el Hércules Farnesio. El estilo de este cuerpo superior, y de la mayor parte de la pieza, es de clara filiación italiana, lombardo-véneta acaso.

II.- Claustro del Convento de la Dueñas, Salamanca:

Claustro del Convento de la Dueñas

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Fue fundado por doña Juana Rodríguez Maldonado en 1419 sobre su propio palacio, del que se conservan algunos restos mudéjares. Es obra de Juan de Álava y Rodrigo Gil de Hontañon.

El claustro de dos pisos tiene planta de pentágono irregular. En el bajo arcos escarzanos con intradós redondeado, sobre columnas con plinto, zócalo corrido sobre basas individuales. Las líneas de la enjuta poseen medallones en bustos en sucesión.

El superior es adintelado, sobre columnas, capiteles y zapatas. El valor escultórico de alguno de estos elementos alcanza cuotas de gran maestría. La expresividad y vigor en que se convulsionan las figuras sugieren la influencia de Berruguete en sus autores. El patio es dividido en cuatro cuarteles y la techumbre de influencia mudéjar.

III.- Casa de las Conchas, Salamanca:

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Realizada entre los años 1492 a 1512, sucede que en los momentos cruciales de la historia del arte, a menudo, una misma obra, es a la vez, perfección y resumen de un estilo, y balbuceo o germen del siguiente. Así acaece con la salmantina Casa de las Conchas.

No seriada en el acerbo del arte Isabel, del que, según parecer de algunos historiadores, resulta ser el ejemplar más espléndido, la casa Talavera Maldonado, llamada, comúnmente de las Conchas, una temprana aparición del Renacimiento en Salamanca, siendo también motivo de transición al Plateresco.

Láureas y delfines, decoración ya vista en obras coetáneas de Lorenzo Vásquez, introducen aquí, en medio de la rica fantasía el estilo Plateresco. Ante la fachada de esta casa, el motivo de puntas de diamante graciosamente cambiado por veneras, revela un artista de refinado sentido decorativo, no ajenos a los avances clásicos. Una misma mano entrelazó los temas realistas de la vegetación isabelina con los gentiles amorcillos de flora renaciente, y labró en los pretiles de las ventanas góticas, con mainel y copete florido, láureas con sus cintas, para guardar escudos, o, delfines afrontados, por parejas, con línea de ritmo agrutescado.

En la fachada las rejas, se encuentran bajo un tímpano que compite en barroquismo con las decoraciones del palacio guadalajareño del Infantado, surge con luminosidad italiana un dintel de ritmo ondulante en que alternan, solamente, delfines y palmetas.

Contrastes parecidos, ofrece el patio de la casa, el cual, si bien levantado sobre castizos arcos mixtilíneos, luce, en cambio, en su piso, columnas blancas de mármol italiano. Son éstas corintias, imbricadas un tercio en pretil que imita cestería, y culminadas, en el capitel, por parejas de angelitos tenantes. Argollas en torno a cabezas leoninas y escudos en láureas y veneras, y, así mismo, un bocelón entre los pisos, con follaje encintado de procedencia italiana, completan la decoración. La corona de lises, en lo sumo, sugiere una forma primaria de aquellas cresterías vegetales salmantinas, cuya variedad de soluciones empezaron a ser divulgadas en el tercer decenio del siglo XVI.

La casa fue construida hacia el año 1492, por encargo del doctor Talavera Maldonado, catedrático universitario, regidor de la ciudad, consejero de Estado, embajador en Portugal y en Francia y canciller de la Orden de Santiago (lo que explica el tema de las conchas). En 1512, ya seguramente concluida, se atendía a la perfección la fachada y se culminaba el labrado de conchas. Su anónimo arquitecto, artista no inferior a Vázquez en técnica en pureza estilística, que apuntó sumariamente sobre los nobles sillares de los muros, las múltiples posibilidades suntuarias, que ofrecía el Renacimiento.

IV.- Portada Iglesia de Sancti- Spiritus, Salamanca:

Portada de la Iglesia de Sancti Spiritus.

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De acuerdo con un concepto vitalista y universalizante de la cultura, se advierte que en el campo de la historia del arte no sólo tienen significación histórica los mejores y los más importantes, es decir, los ortodoxos, sino también contemporáneos y obedientes, sin embargo, a algún aspecto particular y tal vez trascendente de la misma época. Paralelamente, adquieren valor los que por la senda de lo funcional no intelectualizado, van , o por lo menos tienden a ir, más allá del canon impuesto por la circunstancia histórica y alcanzan el meollo de lo racial, es decir: las creaciones del arte popular y artesano.

La desorientación ideológica del Plateresco y su época halla adecuada plasmación en la portada salmantina de la Iglesia de Sancti Spiritus, ejemplo típico de una absoluta ausencia de sentido tectónico. Por la cortedad de las pilastras, detalle muy salmantino, que flanquean la puerta, el bello entablamento que centra la composición no parece descansar, como sería constructivamente lógico, sobre aquéllas, sino al revés, aquellas cuelgan de éste; por la misma razón, da idea de caer y no de elevarse sobre dicho entablamento el cuerpo Terminal, con tres pares de columnillas, cuyo medial descansa sobre al ápice del arco.

En profusa decoración escultórica de la obra van entremezclados temas figurados, fantásticos, paganos, religiosos: grutescos en las jambas, arquivolta y bocel y en los cuatro colgantes. Aparecen alimañas en los cuatro capiteles inferiores, y triunfos y escenas báquicas a lo largo del friso. En el cuerpo superior, los pares de columnillas abalaustradas, pegadas sobre pilastras, llevan capiteles fantásticos; entre medias, en cambio, dos ventanas cegadas de medio punto, y sobre cada una un medallón: San Pablo el de la izquierda y San Pedro en el opuesto. Sobre capiteles, un friso con análogas representaciones paganas, y sobre la cornisa, frontón triangular, con acroteras, encerrando una imagen jacobea. Por último, junto a las pilastrillas, una aleta avolutada entre grutescos, para cada costado, y dos grandes blasones. Los temas paganos son de gran fidelidad clasicista, y aunque de irregular ejecución, plenos de movimiento y vida.

Son múltiples las coincidencias con la decoración del Palacio de Monterrey, por lo cual podría atribuirse a un mismo equipo de canteros la realización. No sería imposible que en ambas figurara, en lugar prominente, Juan Gil de Hontañon, el hijo, ya con su hermano Rodrigo y con fray Martín de Santiago, profesor del convento de San Esteban y autor de la obra y compañero de Rodrigo en la de Monterrey.

La iglesia de Sancti Spiritus perteneció un día al desaparecido convento de comendadoras de la orden de Santiago. En 1541, la comendadora Doña Leonor de Acevedo, con licencia obtenida de Carlos V, emprendía la construcción de la reconstrucción de la iglesia, que en 1544 era consagrada de nuevo. En ésta un sencillo templo gótico de planta única, con botareles, pináculos y cresterías al exterior, que le confieren cierta solemnidad monumental.

La gran lápida colocada entre medallones sobre la agrutescada arquivolta principal, inscribe un privilegio atribuido, con fecha de 1030, a Fernando I, que es apócrifo.

V.- Escalera dorada de la Catedral de Burgos:

Escalera Dorada de la Catedral de Burgos.

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En esta obra irrumpe el auténtico italianismo en la arquitectura burgalesa con la figura y obras de Diego de Siloé, y su clasicismo es bebido de las propias fuentes de Italia.

A propuesta del obispo Fonseca, se le encomendó la solución de un difícil problema constructivo: una escalera para la puerta de la Coronería, abierta a la altura del triforio en el frente septentrional del crucero. Existía un gran desnivel entre el piso del mismo y la citada puerta, y la escalera que debía salvarlo exigía para su desarrollo cuarenta escalones, los cuales habrían tomado tanto espacio como para obstruir el acceso al templo por la puerta de la Pellejería, situada en el costado del mismo crucero. Lo forzado de la solución impuso la ingeniosidad de la obra, y el problema fue resuelto construyendo dos brazos divergentes, adosados al muro, que revierten al centro para descender, unidos, en el último tramo enfrentado. Es el tipo solemne de la escalera llamada imperial. La obra se aligeró por tres arcos de medio punto, bajo los rellanos, con lo cual, además de obtenerse una armonía de huecos, se cumplió con exigencias de carácter utilitario, cual era el uso funerario de los arcosolios bajos.

La gran categoría de Siloé se evidenció no sólo en la disposición de la estructura, sino, además, en la personal y libérrima ordenación de los elementos arquitectónicos, impuesta unas veces, por exigencias de la decoración, y otras, por su enriquecimiento. La escultura resume toda la delicadeza de la italiana; sus formas renacentistas invaden por completo los muros y una fauna de inagotable fantasía formal recubre la obra de piedra: esfinges, grifos, bichas y aves, de cuidadoso labrado, muchachos desnudos cabalgando sobre bestias de arqueado pescuezo, y una versión siloeana de los “putti” florentinos sobre los frontispicios o bien sujetando cartelas entre arracimados frutos, follajes, y cintas. Todo ello se repite a lado y lado, simétricamente; pero de mano del maestro no saldría sino el primer ejemplar, fácilmente reconocible por su excelencia de modelado; así era forzosa una gran actividad de oficiales y aprendices copiando a su alrededor, y así se construyó una escuela, cuyo repertorio pareció inagotable tanto en temas como en soluciones. Propagado a lo largo del siglo hasta el austero momento herreriano, el nuevo purismo de Siloé imperó en Burgos con gracia insuperable y, en la arquitectura andaluza con pujanza personal.

La obra propiamente arquitectónica de la escalera se vio acabada en 1523, pero aun debía enriquecerse el conjunto con la lujosa barandilla de la forja. En 1524, un maestro francés Hilario, trabajó en ella y dorándola al fuego, vino a proporcionar adjetivo al conjunto. Sin duda es Siloé el dueño del proyecto y los dibujos, pues la unidad imperante en la Escalera Dorada obliga a conceder él todo el conjunto.

VI.- Palacio de los Condes de Monterrey:

Palacio de los Condes de Monterrey

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Proyectó su erección Don Alonso de Acevedo y Zuñiga, conde de Monterrey. Su traza se debe a Rodrigo Gil de Hontañon y a fray Martín de Santiago. Sobre ella, los maestros Pedro de Ibarra y Pedro Y Miguel de Aguirre contrataban la construcción que comenzó a realizarse en enero del año 1539. De lo vasto del proyecto primitivo dará idea el hecho de que lo actualmente alzado no alcance a ser más que su cuarta parte, pues Don Alonso de Acevedo había planeado un cuadro inmenso, con gran patio central y ocho macizos torreones, cuatro de los cuales angulares, e intermedios los demás. Lo construido se reduce, sin embargo, a una crujía de tres plantas; de insólita pobreza y desnudez las dos inferiores. La tercera es una elegante y típica galería paseador, con arcos de medio punto entre pilastras, en las que van embebidas columnas, y en cuyas enjutas aparecen medallones.

La composición más armónica del edificio la proporciona la fachada lateral de la torre. Este, equilibrada de paramentos y vanos. Ibarra y los Aguirre cuidaron de ella, y, con la mayor habilidad y gusto, del detalle escultórico: la grutesquería y arquitecturas, que encuadraban balcones y ventanas, y los escudos angulares, tenidos por leones rampantes. Sobre la cornisa arquitrabada que corona el tercer cuerpo de edificio, se disponen torreones, y, entre ellos, la crestería con flameros. Aquellos, con triple arquería por costado e idéntico remate plateresco, dan, junto con las esbeltas chimeneas intermedias, decoradas en forma parecida, una silueta más bien flamígera a este plateresco, de un vegetal entreverado de bichas y monstruos.

A los lados de esta chimenea relumbran, como en la fachada, ángulos, medallones en tímpanos y dinteles, las cinco estrellas de Fonseca y las armas, también conocidas, de Zuñiga, Acevedo y Ulloa. En lugar de ellas, aparecen a veces, hermosos medallones con bustos a lo clásico.

Los paramentos de la fachada orientada a Mediodía son los de mampuesto; las adarajas demuestran en ella el inicial proyecto e intención de proseguir la fábrica, que, por inacabada, carece ahora de una fachada principal con su correspondiente portada en el centro.

Este notable edificio, declarado monumento nacional en 1929, actual propiedad de la casa ducal de Alba y anterior residencia de magnates, embajadores o virreyes, Don Gaspar de Acevedo y Zuñiga, conde de Monterrey y de Niebla, virrey en 1603 del Perú y México.

VII.- Palacio del Cogolludo o Medinacelli. Guadalajara:

Palacio del Cogolludo o Medinacelli

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El avance del italianismo llega a los monumentos de carácter civil y religioso. Así vemos reaparecer en una mansión particular, el palacio en Cogolludo que erigieron los duques de Medinacelli. Se edificó la residencia de Cogolludo en los últimos tiempos de Luís de la Cerca y Mendoza, primer duque de Medinacelli, consuegro del Cardenal de Santa Cruz. Esta circunstancia de parentesco con el arzobispo de Toledo y la relación de semejanza de tantos elementos de Cogolludo con la obra vallisotelana, han permitido defender la atribución de dicho palacio a Lorenzo Vázquez.

El edificio es de planta rectangular, cuyas alas se levantan alrededor de un pequeño patio. La fachada, despejada y sobria, muestra almohadillados sus 46 metros de paramento. Una cornisa la divide a lo largo, y otra, un tanto más saliente y compleja, la remata a 16 metros del suelo. La culmina un pretil con entrepaños de follaje y almenado de palmetas.

La portada es de poco saliente, adintelada, con frontón apenas semicircular, ceñido por tres grandes palmetas cobijando, en el tímpano, y entre serafines, las armas de los Medinacelli. En los flancos hay columnas, y sobre el entablamento, la base de unos candeleros que ya no existen. Encima de la portada, se incrusta una láurea, con sus cintas de atar, encerrando en un centro su escudo. La carencia de estribos y defensas exteriores, y la pulcritud del almohadillado, hacen resaltar el italianismo de las líneas horizontales, imprimiendo a esa fachada palaciega un carácter de edificación urbana. Pero el espíritu y las formas góticas subsistieron en la arquitectura de las seis ventanas, distribuidas con singular armonía entre las dos alas de la fachada: doble arquería lobulada en cada una y una columna corintia con mainel; encima, el escudo de La Cerda tenido por serafines, y, cobijándolo todo, un arco florenzado, ornado hasta el remate de hojarasca.

Del patio central queda su cuerpo inferior, con arcos carpaneles rebajados y capiteles con su corona de hojas sobre el collarino, llamados también alcarreños y son adaptación de un tipo toscazo formado por Brunelleschi. Las piezas del cuerpo alto sirvieron, tal vez, para formar la galería del jardín, ahora en parte tapiada, que es de arquitrabe, con zapatas de triple roleo, sobre columnas; la decoran rosetones y escudos del duque constructor.

En la restante decoración del edificio predominan las maneras antiguas: yeserías moriscas con escudos y lazos y gran profusión de follaje gótico, todo lo cual podría atribuirse a un maestro, colaborador de Vázquez, que se habría encargado también de los ventanales de la fachada.

Este palacio del Cogolludo, erigido por el duque Don Luís, tal vez para residencia de su única hija y heredera Doña Leonor, casada en 1492 con Don Rodrigo de Mendoza y Vivar, sufrió la calamitosa evolución de los tiempos. La atracción de la Corte sobre la nobleza, cada día mayor, y los crecientes gastos de entretenimiento, acabaron llevando al noble caserón a su estado actual de miseria y ruina. En 1931, con el fin de redimirlo de su decrepitud y evitar que desapareciera fue declarado monumento nacional; y hace poco, modestas obras de consolidación y limpieza han venido a adecentar el lastimoso aspecto de su noble frente.

VIII.- Fachada del Colegio de la Santa Cruz. Valladolid:

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Fachada del Colegio de la Santa Cruz.

Es obra de Lorenzo Vázquez realizada entre 1489 y 1491. Fundación del arzobispo de Toledo Don Pedro Gonzáles de Mendoza. La creación del Colegio de La Santa Cruz de Valladolid, autorizado por bula de Sixto IV en 1479, data de 1482, y su construcción se inició siete años más tarde.

Consta la obra de un cuerpo rectangular que se levanta en torno a un patio de quince metros en cuadro, con tres órdenes de severa arquería redonda, pretiles con claraboya gótica, heráldica y balaustres altos que provienen de una reforma llevada a cabo en 1745. Las estancias más altas de la nave principal del colegio debían albergar la biblioteca y, para evitar posibles incendios, se hizo descansar el piso sobre bóvedas de crucería, de donde, contrarrestar empujes, la aparición de seis contrafuertes que marcan un ritmo de verticalidad sobre los paramentos de fachada.

La presencia de elemento renacentista de clara filiación italiana, entre toscana y boloñesa, se descubre ante ella con facilidad. El entrepaño central va enriquecido, en todo lo alto, por sillares almohadillados, sobre los que descansan las armas de los Reyes Católicos y las de Mendoza y Figueroa, propia del Cardenal. La puerta principal, de arco redondo, se inscribe en una composición de zócalo, columna y pilastra, arquitrabe y frontón semicircular, todo ello adornado con labras de finísima flora renaciente. En el relieve del tímpano aparece la figura orante del Cardenal y la de Santa Elena, movidas todavía por el aire germánico de la última escultura gótica. Desde el segundo cuerpo, los contrafuertes que flanquean el vano de ingreso, y desde el tercero los demás, muestran sobrepuestas, pilastras corintias estriadas, con zócalo y entablamento. Una cornisa de gran vuelo, gruesos modillones y mucha talla, corre a lo largo de toda la fachada, sosteniendo una línea de tornados balaustres, jalonada por candeleros; sobre los contrafuertes, apuntados pináculos descubren de nuevo la esencia gótica de la fábrica.

En 1768 Ventura Rodríguez incrustó un balcón entre los contrafuertes mediales y otro en cada entrepaño de la fachada, alternando frontones triangulares y curvos, y añadiendo además, las cuatro ventanas del planterreno que en la obra antigua eran de línea gótica. El primitivo aspecto del edificio se conoce por dos pinturas del siglo XVIII, retrato del fundador: encima de la portada, un gablete de perfil quebrado cobijaba las armas del Cardenal tenidas por angelitos, y más arriba se abría una gran ventana de frontón triangular. Semejantes eran las aberturas extremas, pero de frontón curvo, mide esta fachada, de conjunto, 33 metros de ancho y 19 metros de altura hasta alcanzar la cornisa.

Otras labores ejecutaría Lorenzo Vázquez en el edificio: el rótulo entre pilastrillas que, en el zaguán, da la fecha de conclusión de la obra y la bien compuesta puerta de la librería, con tallas que serán de la escuela de Diego Gumiel. En todo ello, la réplica de lo italiano ortodoxamente ejecutado, sin exceder nunca la función decorativa, y respetando, siempre, la estructura gótica, libre de exuberantes decoraciones realistas que caracterizaron, por aquellos días la arquitectura castellana.

Cuando en 1491, al inaugurarse el Colegio de Santa Cruz, poblaron sus aulas los estudiantes que hasta entonces habían permanecido en casas de Diego de Arias hasta ese momento, dos hechos de importancia tuvieron lugar en el ámbito de la cultura hispana: de un lado, la aportación de un nuevo centro docente a la gran época universitaria española; de otro, la afirmación de un estilo que, a lo largo del siglo XVI, abría de despejarse cada vez con mayor empuje en el suelo peninsular.

IX.- Portada del Convento de Santa Engracia, Zaragoza:

Portada del convento de Santa Engracia

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Esta portada es el único resto que se conserva del antiguo Monasterio Jerónimo de Santa Engracia, construido a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, entre los años 1512 y 1515 por Gil Morlanes y su hijo.

Fue fundado por el rey Juan II de Aragón, en agradecimiento por su curación de una enfermedad de cataratas, continuando por su hijo Fernando el Católico y finalizado por el emperador Carlos V, el cual hace la mayor parte de las obras.

La fachada es plateresca con columnas abalaustradas, un retablo de alabastro, con cuatro ordenes de santos, figuras enteras, en bultos mayores que al natural, puestos en nicho. El primer orden es de mártires, el segundo de vírgenes y el tercero de confesores, a vuelta con otros mártires de los diez y ocho compañeros de Santa Engracia: en el cuarto orden están los cuatro doctores de la iglesia; y en los nichos el rey don Fernando y la reina doña Isabel, de rodillas, orando al crucifijo que está en lo alto, y sus dos escudos reales a los lados.

La portada de la iglesia tiene figura de retablo con dos columnas abalaustradas en cada lado del ingreso, y en los intercolumnios los cuatro Doctores, que son figuras de busto, tamaño natural. El arco de la puerta se ve adornado con muchas cabezas de serafines. En un segundo cuerpo hay tres nichos, con la imagen de la Virgen, y el Niño en el del medio, y a los lados están los reyes de rodillas orando. Remata la obra en con crucito con San Juan y la Virgen a los lados.

Esta portada tenia otro remate con torrecillas, adornos, y menudencias góticas; pero desbaratados en parte, y amenazando arruinar la pared, fue edificada, y aun trasformada. Tales son dos medallones, en uno de los cuales hay escrito: Numa Pompilius, y en la otra M. Antonius, algo un tanto fuera de propósito.

X.- Fachada de la Universidad de Alcala de Henares:

Fachada de la Universidad de Alcala de Henares.

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Obra de Rodrigo Gil de Hontañon asistido por Pedro de la Cotera, en 1543 por encargo del rector Juan de Zurbarán. Rodrigo Gil de Hontañon, es asistido por Pedro de la Cotera en todo cuanto fueron labores de escultura; empezó a erigir un edificio de excelente sillería, siguiendo las normas renacentistas a modo plateresco que le era propio. En este sentido, la fachada es terminada en 1583.

El cuerpo central resalta por su altura y la pulcritud del ornato escultórico. En contaste con su riqueza, sus flancos van, en cambio, desnudos y albergan sendos ventanales enrejados; sin gran relieve en el plan-terreno, aunque con delicados grutescos, se acusa a aquél en los balcones entre las columnas del piso.

Cada detalle descubre en ellos el dibujo elegante de Hontañon, casi purista, y no por ello de un plateresco menos castellano: la carnosa hojarasca en los salmenares; las curvas aletas a costado y costado; otras levantando el romato frontispicio para acoger medallones en el ático intermedio. Con habilidad se conjugaron la ornamentación clásica y la necesidad de estribos exteriores, supervivencia de estructura a lo gótico, que fueron substituidos en los extremos por pilastras con grutescos, columnas estriadas y pilastras en arista, sucesivamente superpuestas; todo muy robusto. En la composición de la portada, con arco carnapel de perfil jónico, clave historiada y esculpidas enjutas, se duplican los soportes y se convierten en columnas: jónicas en la parte inferior; en el piso, platerescas; platerescas y apilastradas arriba, cuyos capiteles de éstas van torcidos, sin duda para rimar con los de las pilastras angulares.

En el cuerpo Superior se abre como arquería, entre pilastras que embeben delicadas columnas; el cuadro central lo llena un gran emblema imperial bajo frontón triangular. Los candeleros de la balaustrada nos retornan la idea de lo gótico, tan bien y con tanta elegancia, soslayado en la estructura exterior en este noble paramento. Contribuyen a su plasticidad las figuras que junto al balcón medial se apoyan en columnas y aletas, figuras humanas de fluida ejecución, que se atribuyen a Pedro de la Cotera.

Palabras claves (Definición)

clip_image001 Grutesco: Elemento decorativo de origen romano que recibe su nombre de las “grutas” de las Domus Aureas nenorianas, y consiste en una ornamentación caprichosa pero simétrica de bichas, quimeras, follajes, y elementos militares.

clip_image001[1] Friso de grutesco: Aquél que suele estar decorado en la cornisa con motivos grutesco

clip_image001[2] Columnas monstruosa: Se caracteriza por los fustes en los que las formas bultosas alternan con solo una pieza

clip_image001[3] Espacio intercolumnio: Espacio entre las columnas que se mide en diámetro. Vitrubio estableció cinco proporciones fundamentales: 1 ½ diámetros, pinóctilo; 2 diámetros, sístilo; 2 ¼ diámetros, eúrtilo; 3 diámetros, diástilo; 4 diámetros, aeróstilo. De todos los más comunes es eútirlo.

clip_image001[4] Hornacina: Nicho semicircular coronado por una media cúpula.

clip_image001[5] Horror vacui” : El concepto viene de la antigüedad, en filosofía es el miedo al vació este concepto fue inventado por el crítico italiano Mario Praz.

clip_image001[6] Candeleros: Elemento decorativo que imita la forma de los candelabros y está inspirado en ellos.

clip_image001[7] Crestería plateresca: Serie de ornamentos repetidos vegetales y geométricos. Con pináculos que rematan un edificio y característico de la arquitectura gótica y plateresca.

clip_image001[8] Medallón: Elemento decorativo en relieve de forma circular y ovalada, que contiene elementos simbólico y emblemáticos en su centro.

clip_image001[9] Arco Carpanel: El formado por varios arcos de círculo de diferentes centros y cuanto más rebajado es, más curvas y centros tiene; su aspecto es el de un arco semielíptico. Los más corrientes son los de 3, 5, 7 y 9.

clip_image001[10] Arco de triunfo: Puerta monumental exenta que aparece por primera vez en la cultura romana, hacia el siglo II a.C. como una estructura ricamente decorada que erigían los magistrados romanos para conmemorar acontecimientos festivos.

clip_image001[11] Arquitrabe: Es la parte inferior del entablamento en la arquitectura clásica. Su función estructural es servir de dintel, para transmitir el peso de la cubierta a las columnas.

Bibliografía

1.- Bozal, V. (1972). Historia del arte en España. Ediciones. Madrid. Itsmo

2.- Camón, J. (1978). Historia general del arte. Madrid. Espasa Calpe

3.- Diccionario Internacional del Arte. Tomo 3 (1986). Barcelona. Argos – Vergaras.

4.- Enciclopedia Salvat Diccionario Tomo 5. (1972). Salvat Editores. Barcelona.

5.- Gomes. M, Verrie. F y Cirici, A. (1947). Mil joyas del arte español, o descripción de sus más celebres monumentos. Tomo I y II. Barcelona. Instituyo Gallach.

6.- Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo. Volumen 7. (1984). Barcelona: Círculo de Lectores.

7.- Historia del Arte. Tomo 3. (1999) El Islam, renacimiento y barroco. Madrid. Espasa Calpe.

8.- Pijoan, J. (1949).Historia del arte. Volumen III. Barcelona Salvat Editores.

9.- Selva, J. (1943). El arte español el tiempo de los reyes católicos. Amaltea. Barcelona.

Fuentes electrónicas:

10.- www.agapea.com/Cartas-cardenal-Pedro-Gonzalez-Mendoza-al-Colegio-Santa-Cruz-Valladolid-n189021i.htm

11.- www.arteespana.com/plateresco

12.- www.etimologias.dechile.net/?plateresco

13.- www.travel-images.com/spain.html


[1] Bozal, V. (1972). Historia del arte en España. (pp.. 117).

[2] Silva, J. (1943). El arte español el tiempo de los reyes católicos. (pp.. 105)

[3] Véase. Pijoan, J. (1949).

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